domingo, 13 de enero de 2008
Carnavales en Salgueirón
Los Carnavales era una época ilusionante para los chiquillos de la zona. Éramos los únicos que nos disfrazábamos por el lugar (creo recordar), no obstante, en Cangas ya había personas mayores que también se disfrazaban. Solíamos hacerlo alrededor del martes de Carnaval, buscábamos en los armarios ropa vieja y nos la poníamos encima sin ningún patrón, íbamos de "fachas" (no con el significando político actual). La cara la cubríamos con caretas de cartón que no nos evitaban ser fácilmente reconocidos. Un año le pedí a mi madre que me hiciera una capucha y con ella conseguí pasar desapercibido todo el tiempo. Dábamos vueltas por las casas, llegando hasta el Barrio Chino, y entrábamos en alguna para ver si éramos reconocidos o no. A veces nos daban alguna golosina que se hacía en la época, como orejas, filloas o cualquier otro dulce.
lunes, 7 de enero de 2008
Las entradas de las casas
En las escaleras de la entrada de mi casa hice mucha vida, las tardes soleadas invitaban a sentarse un rato al sol recostados sobre los escalones y allí permanecía mientras tanto. En el tejadillo, en primavera, solían anidar los gorriones y era un entrar y salir de los padres que entretenían el rato. Los pasamanos laterales también servían para sentarse y el bordillo de la casa se convertía en un reto para conseguir bordearla sin caerse, agarrándose en los salientes de las esquina y en las ventanas. En casa de Fernando nos dejábamos caer sin manos de espalda desde los pasamanos, agarrándonos con las piernas al echarnos hacia atrás. En las casas de Estrella y Merche usábamos los muritos laterales de la entrada para sentarnos mientras esperábamos o charlábamos.
En las escaleras de mi casa había hormigas y más de una vez le intentaba meter líquidos o papeles encendidos para que se murieran. Una vez hice un experimento con unos polvos de boro que había en mi casa, los eché y les prendí fuego, pero el susto me lo llevé yo al aspirar aquel humo que me dejó asfixiado. No volví a experimentar más.
En las escaleras de mi casa había hormigas y más de una vez le intentaba meter líquidos o papeles encendidos para que se murieran. Una vez hice un experimento con unos polvos de boro que había en mi casa, los eché y les prendí fuego, pero el susto me lo llevé yo al aspirar aquel humo que me dejó asfixiado. No volví a experimentar más.
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