martes, 13 de noviembre de 2007

Las cosas nuevas

Fernando habla de las raquetas de tenis que llegaron de U.S.A., se podía decir que fue una época de modernidades, cambiaron muchas cosas en poco tiempo y estas memorias dan testimonio de ello. Por primera vez vi cómo los albañiles de la fábrica hacían tabiques usando unos polvos grises, el cemento, para construir el lavadero de mi casa (este recuerdo debe de ser bastante antiguo). Un hito importante fue la llegada de la TV con los tejados poblados de parrillas. Recuerdo que la vieja radio con los seriales de la tarde, que se oían con unas voces solemnes en todas las casas (Guillermo Sautier Casaseca era como un familiar de todos), pronto fue sustituida por la tele en blanco y negro con aquella lluvia que se ponía cuando se perdía la señal. Algunas veces desde mi casa sintonizaba Portugal, también tenía lluvia pero se podían distinguir mejor las imágenes de las películas (sin doblar). También se acabaron las neveras de hielo y llegaron las eléctricas, con ello me ahorré el tener que bajar a la fábrica de Massó a buscar los bloques de hielo. Llegó el butano y se acabó la cocina de hierro. Realmente, la cocina de hierro era un buen invento, tal vez se ganó en rapidez al cocinar con el gas --y, también, en engrase de toda la cocina--, pero la cocina antigua era muy útil en muchos sentidos: calentaba agua, calentaba la casa, servía para secar ropa y aprovechaba los restos del monte. Se acabó el fabricar el jabón con restos de aceite y sosa, aparecieron los supermercados, como el de Mucha en la Caína, y con ellos llegó el jabón en polvo. También llegó el chorizo Revilla y se acabaron los bocadillos de nata con azúcar y de plátano. Tal vez era el nacimiento de la sociedad de consumo.

Nota: Los recuerdos están asociados a un momento concreto en el que ocurre algo, por ejemplo, me acuerdo de la novedad que suponía para mi el descubrir que con aquellos polvos grises los obreros fabricaban piedra, es decir, tengo el instante en que descubro ese conocimiento. Por otro lado, también están asociados con el esfuerzo por conocer, recuerdo a mi padre trajinando con el cambio de la antena de radio que había en el tejado de mi casa por la de la TV. De las nuevas antenas, me preguntaba cómo podían funcionar y me daba cuenta que eran como un peine que tenía que capturar la onda invisible, al igual que las de radio lo hacían con el hilo tendido. También recuerdo lo que sabía de los viejos aparatos, veo la gruesa nevera vieja, oliendo a latón, y veo la cocina de hierro, con su plancha caliente y chisporroteando el fuego en medio de aquellos aros. Sabía que aquellas paredes gruesas eran para no perder el frío del hielo y que el deshielo se recogía en un compartimento de latón. Se que la plancha de hierro de la cocina dispersaba el calor hacia el calderín y que los aros regulaban el ancho de las cacerolas. Particularmente, recuerdo el momento en que descubría algo y lo que llegaba a saber de las cosas.

viernes, 9 de noviembre de 2007

La Alameda (Por Fernando)

Cuando sonaba la sirena de la fabrica, de repente aparecía un tropel de señoras vestidas de blanco y señores vestidos de azul, que invadían toda la alameda. Venían de toda la zona, de Darbo, de San Roque, de Balea..., el mas rezagado era Valentín (alto y degarbado). Pero al pobre le quedaban muy pocos minutos de vida. La alameda era su sepultura todos los dias. El encargado de cavarla era Berto, vaquero, pistolero... ( menos mal que lo resucitaba al día siguiente). Acordaros de la escena: Valentín, ese hombre alto y desgarbado escondido entre los árboles, esos plátanos, con un diámetro de tronco que nosotros no los dábamos abrazado; Berto agazapado en otro, (cada día en uno distinto), volviendo loco al paciente de Valentín. De repente, cuando se veían empezaban a sonar los disparos a discreción. La alameda se llenaba de gritos, pim, pam, pum. Uno de los dos caía muerto. Ellos tenían su código secreto y decidían, quién tenía que tirase al suelo y dar por perdido el duelo ese día. Después, Valentín se iba para la fábrica y Berto a empezar a llenar el suelo de la alameda de dibujos de vaqueros e indios, que los sometía a unas interminables guerras que podían durar días.
La alameda era el centro del barrio, jugábamos al fútbol, hacíamos carreras, buscábamos nidos, decidíamos en espontánea asamblea, cuándo empezábamos a recolectar leña para quemarla en San Xoan, o bien organizábamos partidos de fútbol contra otros barrios, los de Balea (que malos eran, El Poallo, el temible Cachirulo), los de la Caina (Camilo, Gaspar "Labios de Maragota", Carlitos "el Aventurero"), los del barrio Chino (los hermanos Yombo, los hermanos Perales). Bueno me parece que ésto da para otro capítulo.
En primavera se llenaba de numerosísimos pájaros, llenaban los árboles. Por la tarde cuando anochecía, sobre todo los gorriones, se juntaban a dormir y montaban un jaleo enorme. Cuando la noche se cerraba se callaban, entonces nosotros tirábamos piedras, los pájaros se asustaban y empezaba de nuevo el jolgorio.
Era como un jardín botánico. Los plátanos los más numerosos, los cipreses los más altos. Los más perfumados eran unos, que como frutos daban unas bayas negras, que usábamos de proyectiles para los tutelos (cerbatanas). Yo creo que eran Ficus. En la zona del garaje algunas especies de plantas, tenían un cartelito con el nombre pulcramente grabado en un letrero con letras de porcelana azul marino, con su nombre en latín. Lo sujetaba un palo de color azul pastel.
La alameda en realidad escondía un secreto, en su interior, era un gran depósito, tenía la barriga llena de agua. Los bancos donde nos sentábamos era las tapas, el registro por donde los operarios de Massó, accedían a su interior. Las tapas eran de zinc, y sí que quemaban cuando el sol calentaba. Cuando jugábamos a la pita alturiña, eran nuestro seguro. En los partidos de fútbol unas veces eran como un rival, otras, nuestra más férrea defensa. Paco Cuevas, siempre estaba sentado en ellas, como estaba gordo, no aguantaba el ritmo de los partidos. La parte que daba a mi casa, nos servía como pista de tenis. Las primeras raquetas, quiero recordar que las trajo José, el tío de Estrella y Finita de U.S.A. ¡Qué modernidad, eso del tenis! Al año siguiente los reyes nos surtieron a todos de raquetas.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Las personas yendo y viniendo

Me acuerdo de Mateo cuando iba y venía a la fábrica con su mono azul. De Carlos Ocaña con su vespa en la que alguna vez viajé yo de pié en el pescante. Del cura de Darbo, Don Bernardo, con su moto y su huevo-móvil cuando venía a la escuela. De mi padre saliendo y volviendo de la escuela. De Rosita y de Lolita trayendo el pan al mediodía. De Luis Baliño en bicicleta en la alamenda el día que me caí de espalda a la carretera de abajo. De Eugenio yendo y volviendo de la fábrica. De cuando venían los afiladores que arreglaban cuchillos y cacerolas. De cuando venían los albañiles de la fábrica a pintar las casas. De los turistas que buscaban Casa Simón para comer después de haber visitado la fábrica. De como iban y volvían los domingos la gente del campo de fútbol. Del padre de Fernando hacer la crónica del partido por teléfono. De cuando venían a podar los árboles de la alameda y dejaban las ramas amontonadas. De como pasaban los trabajadores de ida y de vuelta a la fábrica. De cuando vinieron los artistas de cine en el barco de pasaje a la cantina. De los turistas que iban a visitar la ballenera y llevaban hojas de eucalipto por el olor tan fuerte que había en los alrededores. De cuando venía en un avión Saeta a hacer vuelos rasantes el hijo de Adolfo, el de la cantina. De una vez que vino un portaaviones a Vigo y pasaron unos aviones cazas a baja altura por encima de mi cabeza. De cuando venían las jornaleras a plantar patatas en las huertas. De cuando venía el peluquero a cortarme el pelo en la huerta. De unos curas que habían venido a hacer unos ejercicios espirituales en la cantina.

Visita de artistas de SUEVIA FILM a Massó


domingo, 4 de noviembre de 2007

Las construcciones adicionales de Salgueirón

En Salgueirón había toda una obra de ingeniería hidráulica alrededor de la fábrica: Estaban los depósitos de agua (aljibes) en la alameda y el campiño, los depósitos de agua en lo alto del campiño --cerca de la casa de la abuela de Fernando--, y el que suministraba agua a las casas en el campo al lado de la sierra de Luis Hernández. También había que contar con la mina de agua. Recuerdo que en un determinado momento estuvieron los trabajadores de la fábrica estableciendo un sistema de medición del aljibe en los depósitos de la alameda, unas boyas con un dispositivo de detección del nivel para regular el llenado. Tal vez fue el momento en que cambiaron las tapas de los accesos --anteriormente metálicas con armazón de madera que quemaban cuando hacía mucho sol--, por otras de cemento. Subiendo de la fábrica a la alameda estaba el lavadero --no recuerdo haberlo visto funcionar--, que nosotros lo usábamos para correr alrededor por los planos inclinados dónde se frotaba la ropa.
Por otro lado, había una serie de elementos ornamentales en los jardines: Estaba el caracol con el niño en la alameda que se acabó por romper, el crucero en las cercanías del garaje y el horreo gallego cerca del hotel. Alrededor de la fábrica estaban los cañones y las anclas ferruginosas que decían que eran de la batalla de Rande. Al lado de la guardería había una fuente con un conjunto escultórico que contenía a unos niños y unos peces. Luego había una serie de bajorrelieves y cerámicas con textos por las paredes de las instalaciones de la fábrica. Creo recordar que había uno de esos textos en la carpintería, algo relativo a la madera si no recuerdo mal. También estaba la placa de la chimenea y los cartelitos que tenían algunos árboles y plantas, detallando su naturaleza.

domingo, 14 de octubre de 2007

La calle de arriba (Por Pacucho)

La calle de arriba era inicialmente el camino que yo tenía que recorrer para ir a la tienda de la Sra. Francisca, que tenían al lado el secadero de pulpo con aquellas moscas alrededor que hacían pensar en la salud de los que iban a comer aquel pulpo. La calle de arriba era también mi camino a la escuela y por ella volvía por las tardes con el trozo de queso en la mano corriendo a casa para coger un trozo de pan y comérmelo. Lo que me quedó grabado de aquella carretera eran los grandes surcos que se hacían en invierno por causa de las lluvias intensas (quedaba esculpida la carretera) y que sorteábamos los niños camino de clase. Delante de la escuela, que era la calle de arriba, jugábamos en los recreos al pañuelo y a otros juegos. La calle de arriba pasó a ser lugar de encuentro cuando hicimos pandilla, era donde estaba del garaje de Pancho, donde escuchábamos con aquel tocadiscos los singles de los Brincos, Mustang, Fórmula V,... También, era donde nos reuníamos en las entradas de las casas, como solíamos hacerlo en la de Fina y Estrella, en la de Merche o en la de Pili. Con el tiempo también se convirtió en la salida para San Roque, Darbo o Hío. Cuando pienso en ella me sitúo en las escaleras con descansillos que bajaban desde esa carretera hasta la alameda y que yo bajaba saltando de dos en dos o de tres en tres. Curiosamente a veces sueño que me escondo detrás de los troncos de los primeros árboles que había al bajar.

NOTA: La lluvia siempre me ha llamado la atención y máxime cuando la veía arreciar contra los cristales. Por un lado tenía la sensación de asombro por el espectáculo de la naturaleza descargando lluvia con aquella furia y por otro constataba la intensidad del temporal en las huellas que dejaba en la calle de arriba. Luego venía el consiguiente esfuerzo de los hombres para volver a rellenar los desperfectos. Para mí la lluvia se asemeja a las palabras que van cayendo y sonando en nuestro interior y que van disolviendo lo innecesario.

martes, 9 de octubre de 2007

Canciones en la memoria

Recuerdo que en aquella época había una canción alusiva a Salgueirón que decía así:

"Gavota, gavota

¿qué levas na boca?.
Sardiñas asadas.
¿Quén chas asou?
María Porbou
que pasou polo río
e non se mollou.
Arao, arao
cabeza de pao,
tizón, tizón
para Salgueirón."

¿Alguien sabe de dónde viene esta canción y que significado tiene?(*)
Lo único que se puede concluir es que es una canción de pájaros de la zona: gaviotas, araos y tizones. La tal María debía de asar bien las sardinas, aparte de haber conseguido cruzar el río sin mojarse como principal hazaña. Quizás fuese un personaje célebre de la época. Los bous son los barcos de pesca que lo hacen en pareja, tal como si fuesen bueyes arando el mar. El apellido podría ser otra cosa, algo así como decir que asaba las sardinas en un bou. También podría ser un sitio como Bueu o Bouzas. Tal vez sea una canción de Cangas y que al final dice que el tizón se vaya para Salgueirón. Debe de significar que la gaviota tuvo suerte y el arao y el tizón se debieron de quedar sin comer las sardinas.

(*) Al parecer tiene que ver con María Soliña y es Cou-Cou

jueves, 4 de octubre de 2007

La calle de arriba (Por Estrella)

La "calle" de arriba era la de "el ramal". A un lado estaba mi casa donde vivían mis padres, mi hermana y yo. En esa casa vivían también mis abuelos, la Sra. Carmen y el Sr. Benito que trabajaba en telégrafos y a menudo andaba por ahí con sus herramientas para subir a los postes a arreglar las averías. Cuando no había averías repartía telegramas. También vivía en ella, en un principio, Chelito, que dormía en el suelo sobre un colchón pero la casa estaba siempre llena de pulgas que ella traía. Recuerdo el olor del ZZ que utilizaba mi madre intentando deshacerse de ellas. Al final, decidieron decirle que no podía quedarse a dormir. Entonces venía temprano por la mañana con su botella de vino que compraba en la de "Antonio" y se iba después de cenar a casa de su hermana en Cangas... pero Chelito merece otro capítulo aparte.
Después estaba la casa de Merche y un poco mas abajo la de Prieto. Al otro lado estaban : en primer lugar la de Marisa "Rama", luego la de Valentín y Alcira con su hija Mari Loli (Valentín tenía un ojo de cristal). La siguiente era la casa de Lola la del Pico y su marido. Esta mujer no tenía hijos y en las vacaciones de verano nuestras madres nos mandaban a ella para que nos enseñase a coser. Su frase mas famosa era: "costurera sin dedal, cose poco y cose mal".
La casa siguiente era de Sra. Lola la de Torres. Vivía con su hija Sagrario que era coja (habían tenido que cortarle la pierna por un golpe que se le infectó). Era la telefonista de Massó. Cuando se casó con el jefe de correos de Ribadavia y se fué a vivir para allá, solían volver a Salgueirón todos los veranos. El jefe de correos tenía cinco hijos: Blanca, Jose, Juan y las gemelas Pili y Chelo, y fueron una buena adición al grupo. Blanca era mayor y tenía otras amistades, pero José, Juan y las gemelas pertenecían a nuestro grupo. Juan era asmático y el médico le había dicho que le vendrían bien los aires del mar.
La última casa de la fila esa era la de Manolo (el portero de Massó), su mujer Carmiña y sus hijos, Pili y Lito.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Los grillos del Campiño

El Campiño era el resto que había quedado de la cantera que había enfrente de las casas de Carlos y del practicante. De pequeños lo usábamos mucho los niños para jugar al bandidiño. Luego empezamos a recorrer la parte que quedaba por encima de la casa de D. Paco, que tenía unos enormes aloes en los que nos metíamos literalmente para escondernos y también estaba la famosa mina de agua, con murciélagos y todo. En el Campiño cogíamos grillos que luego guardábamos en cajas en casa y que alimentábamos con serradela. Para su captura había que usar una paja y hacerles cosquillas en el agujero o inundarles el mismo para que salieran - para ello solíamos mearles. El Campiño lo barríamos, es decir, estábamos tirados por el suelo todo el tiempo. La sensación que tengo es de estar en el suelo jugando al bandidiño o cogiendo grillos o entrando en los aloes por debajo. Y más pegados a la tierra no podíamos estar que hasta nos metíamos dentro de ella, en la mina de agua, como si fuésemos grillos humanos.

NOTA: El bandidiño era un juego de dos grupos en el que uno se escondía y el otro lo tenía que descubrir acercándose y, también, ocultándose en el terreno. Había que descubrir antes que ser descubierto. Cuando un chico de una de las partes descubría a otro decía "bandidiño", antes de que éste se lo dijera a él, quedando eliminado el descubierto en primer lugar. La palabra significaba en el juego eso: "descubierto". Los eliminados de ambas partes se iban saliendo del terreno de juego. Ganaba el grupo que eliminaba a todos los del otro grupo.
Descubrir o sacar afuera la vida es en parte una metáfora de nosotros mismos, muchas veces esperamos encontrarnos con las personas fuera de lo que les oculta, fuera de la cueva, en la luz, en donde lo negro es un elemento visible y no de ocultación. Esa parte viva de la persona viene a ser su propia esencia.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Sin presunciones, sólo el candor de los recuerdos

Bueno, esta frase no es mía, es de una persona que aprecio, es lo que me dijo cuando le hablé de este proyecto y creo que, con su habitual agudeza para la significación, me definió el sentimiento de nuestro reencuentro.
Este alto en el camino es para hablar del recuerdo. Supongo que dos de las cualidades importantes del recuerdo correcto son: el candor y la no presunción. El ser humano no tiene pasado al nacer, eso nos iguala a todos, y esa es la razón de la no presunción cuando recordamos nuestros primeros años. La no presunción está asociada al candor de los recuerdos que nos traen la inocencia de aquellos años, que es el vivir experimentando en compañía, viviendo en paz.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Fotos de la comida en Area Brava (2007)







Tenemos que agradecer a Iain y a Jose las fotos que sacaron en la comida. Si alguien las quiere en formato mayor que me lo diga.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Censo de población de las casas de Massó en los años 60

Os propongo elaborar un censo de las familias que vivían en Salgueirón en la época de que hablamos, por mi parte tengo lío con las familias que habitaban en ciertas casas. Empiezo por:

Mi casa:
  1. Francisco Gil Ambrosiani
  2. Araceli Cordeiro Solla
    1. Araceli
    2. Francisco
La casa de Mateo, nuestros vecinos:
  1. Mateo Baliño
  2. Encarna...
    1. Moncho...
    2. Carmiña...
      1. Berto...
      2. Rosi...
      3. Susi
La casa de Carlos Ocaña:
  1. Carlos Ocaña ...
  2. Rafaela Santoro
    1. Gloria...
La casa del prácticante de Massó:
  1. Juan Villar
  2. ...
    1. Quique
    2. Carlos
La casa de Luis Baliño:
  1. Luis Baliño
  2. Socorro Pizcueta
    1. Marisa
    2. Fernando
    3. Encarna
    4. Celia
La casa de Dña. Sagrario:
  1. Eugenio
  2. Sagrario
    1. Jose Carlos
    2. Raquel
La casa de Pancho:
  1. Benito
  2. Carmen
    1. Pancho
    2. Filo
      1. Fina
      2. Estrella
La casa de Eudosia:
  1. Sabino
  2. Eudosia
    1. Miguel
    2. José María
    3. Merche
La casa de Rogelio:
  1. Rogelio Yebra
  2. Fina
    1. Montse
    2. Quelo
La casa de Cuevas:
  1. ...
  2. ...
    1. Benigno
    2. Paco
La casa de Marisa:
  1. Antonio Fernández
  2. Maruja Besada
    1. Marisa
    2. Toño
  3. Toñita Rama
La casa de Pili Valladares:
  1. Manolo
  2. Carmiña
    1. Lito
    2. Pili
La casa de Pino el veterinario:
  1. Juan Pino
  2. Berta
    1. Juan
    2. Rubén
    3. Berta
    4. María del Mar
La casa de Prieto
  1. ...
  2. ...
    1. Tito
    2. Mauro
    3. ...
    4. Pichicho

martes, 11 de septiembre de 2007

Los primeros recuerdos

Siempre me he preguntado por el recuerdo más antiguo de mi memoria. Uno de ellos puede ser el que tengo corriendo con un triciclo delante de las escaleras de mi casa, raspándome con los setos y los arbustos que tenía aquel rincón de la Alameda. Otro recuerdo antiguo me lo avivó hace poco Carlos Ocaña, que me comentó que una vez pasó un carro de vacas por la carretera delante de su casa y una de las vacas hizo sus necesidades sólidas, ante lo cual yo, que estaba presente, dije: "pu de mu" (traducido al castellano, caca de vaca). Otro recuerdo, con menos de cuatro años, es el del susto que nos dieron los obreros del Garaje a Fernando y a mí, cuando fuimos a curiosear y nos dijeron que nos iban a encerrar en aquella grúa --aún tengo presente cómo me latía el corazón en el pecho. Tal vez, el más significativo y antiguo que recuerde, sea el del día en que quise vivir la vida de mi padre y me dí cuenta que no era posible.

NOTA: El no poder vivir en mi padre me hizo tomar conciencia de que así estaba configurado el mundo, cada uno en su cuerpo, y creo que me tuve que conformar a mi pesar, y al asustarnos con encerrarnos en la grúa tuve la sensación de perder el pequeño grado de libertad que me quedaba. Ese grado de libertad lo he usado toda la vida para transparentar el mundo, intentando poder llegar más allá de mi cuerpo y otras barreras artificiales.

martes, 4 de septiembre de 2007

El eucaliptal de Massó

Lo primero que me viene a la cabeza es lo frondoso que era el eucaliptal. Tenía unos eucaliptos enormes, con sus troncos lisos, que desprendían un intenso aroma. También recuerdo el gemir de aquellos árboles al moverse con el viento y rozarse unas ramas con otras acompañado por el rumor intenso de las hojas. Había un camino que lo cruzaba y permitía acortar para ir desde nuestras casas a las playas. En verano, creo recordar, los árboles florecían y se cubrían de aquellas flores blancas que más tarde se convertían en gruesas piringolas que solíamos coger los niños para jugar.
El eucaliptal escondía un tesoro. Crecían en el suelo, en los pequeños claros que había, fresas silvestres, unas pequeñas matas de estas plantas que daban unas fresecillas y que nosotros recogíamos y nos comíamos en el sitio.

NOTA: Desde siempre las semillas representan las ideas y los árboles el conocimiento que generan. En este caso me quedó grabado lo maravilloso del descubrimiento de una planta interesante que ni me imaginaba que existiera. ¡Y al amparo de aquellos enormes árboles!. Este nuevo conocimiento venía acompañado de la recompensa de poder disfrutar de aquellas fresas. Es el placer de DESCUBRIR por uno mismo lo que no se sabe.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Las playas de Massó

La playa de Areamilla era de todas las que había en la zona la que se podía considerar como tal. Tenía unas dimensiones reducidas pero lo suficientemente amplias como para tener un sistema dunar. Las demás eran pequeñas playas limitadas por las construcciones que se habían realizado en Massó. La del Carro o llamada también playa de Massó tenía la carretera encima, la de la Conchiña (hecha a base de las conchas de berberechos) estaba entre la carretera y el dique, la de la Congorza tenía un muelle y el Matadero al lado, y la del Medio quedaba delante de la laguna. Nos bañábamos en todas pero la que daba mas sensación de playa, como dije antes, era Areamilla.
A estas playas solíamos ir de mañana aunque también se podía ir de tarde o bien en las dos sesiones. Preferíamos las mareas altas a no ser que quisiéramos explorar las pozas y rocas en busca de camarones o caramujos. Conocíamos todos los rincones y sobre todo dónde mejor se podía bañar uno con cualquier tipo de marea. En Areamilla con marea baja existía el peligro de pisar una faneca brava con el consiguiente dolor.
Las playas las íbamos visitando con más frecuencia en función de las edades, cuantos más años teníamos más lejos nos desplazábamos. En mi caso aprendí a nadar en la de Massó, a tirarme de cabeza y a bucear en el Carro, al lado de esta playa, y acabé de nadar a kroll o libre en la de Areamilla.

viernes, 31 de agosto de 2007

La ballenera de Massó

Al hablar de la ballenera lo primero que me viene a la memoria es aquella especie de balsa en la que depositaban los restos de las ballenas y de los cachalotes para que se pudrieran. Había unos huesos grandes de aquellos animales en la entrada del recinto y sobresalían otros muchos en aquella especie de sopa. El olor era muy fuerte y cada vez que se pisaba una sola gota de aquella papilla se arrastraba el olor cientos de metros después. Los carros de bueyes venían a cargar el abono para los campos e iban goteandolo por todo su recorrido. Para mi perro debía de ser una oportunidad única para desparasitarse porque se revolcaba sobre aquellas plastas convirtiéndose así en un maloliente perro allá donde fuera.
También recuerdo aquella rada donde ataban los animales en boyas flotantes a la espera de ser subidos al carro. Los arrastraban con unos cables de acero que se enrollaban en la cabecera del carro. Luego, los operarios, calzados con botas de pinchos para andar por aquella superficie resbaladiza, se subían sobre el animal (los pinchos le ayudaban en ese cometido) y con unas cuchillas grandes iban cortando en trocitos todas las partes. El corte era blando y limpio, parecía mantequilla, y ellos con pericia de cirujano iban extrayendo todo lo aprovechable. Por cierto, una vez comí carne de ballena y me pareció como la de los filetes de vaca. Creo recordar que el objetivo era conseguir el aceite de estos animales que almacenaban luego en unos bidones de hierro y decían que era para la industria cosmética.

NOTA: La palabra clave que me sale es la de APROVECHAR. La sensación que tenía era la de que no se aprovechaba suficientemente la ballena o el cachalote. Si sólo se sacaba el aceite de la gruesa piel me parecía que era un desperdicio. Los restos se pudrían y aunque los utilizasen como abono, o mínimamente le sirviesen a mi perro, suponía para mí tirar medio animal. Me preguntaba por qué no se comía la carne como fuente de proteínas. Lo que se desaprovechaba definitivamente eran los huesos.
APROVECHAR tiene dos acepciones: 1) darle múltiple funcionalidad a las cosas para que estas sirvan para varios fines a la vez, sacarle rentabilidad; 2) evitar que se pierda algo de valor, por ejemplo, que quede comida sin comer y se tire (de ahí el famoso ¡que aproveche!).

jueves, 30 de agosto de 2007

Declaración de principios

Este blog está diseñado para volver a recordar las experiencias de los años de infancia y juventud que vivimos un grupo de niños y niñas (chicos y chicas después) en Salgueirón (Cangas del Morrazo), allá por los años 60, y que guardamos con agrado en nuestra memoria.
La memoria guarda de forma selectiva hechos o detalles que nos resultaron significativos en nuestras vidas y recordar es volver a revivir esos valores para recrear el espíritu. La reflexión sobre estos recuerdos también nos puede ayudar a comprender el misterio de nuestras vidas.