lunes, 24 de diciembre de 2012

Musgo y pinos

En Navidades siempre hacíamos el Belén y para ello teníamos una colección de figuritas con el portal, los pastores, los reyes, las lavanderas y algo más. Pero había que renovar la base de musgo cada año. No era difícil encontrar musgo en la zona, la humedad del otoño creaba buenas capas de musgo sobre las piedras. No obstante, a veces buscábamos matas de musgo en sitios donde había agua. El resultado era un Belén bien mullido y con algunos nuevos habitantes vivos que venían incorporados al musgo. En nuestra adolescencia se incorporó el Árbol de Navidad como nuevo elemento decorativo. Ahora había que ir al monte a cortar un pino para tener el principal elemento. Recuerdo ir a la Sierra, cerca del Castelo, a buscarlo y estar cortando la copa de algún pino cuando éste excedía el tamaño razonable. Las guirnaldas y los regalos completaban la decoración y ya se tenía un árbol navideño, junto al Belén. Los que vivimos esta incursión arbórea en las fiestas siempre lo consideramos como un ornamento de segundo término, creo que teníamos el Belén como más tradicional de las Navidades, sobre todo porque el árbol no pertenecía a la imaginería religiosa propia. 

domingo, 4 de noviembre de 2012

Difuntos

Ahora que hemos pasado difuntos intento recordar aquella época y lo que me viene a la memoria es la visita al cementerio, en particular las mariposas que se ponían en aceite, el aspecto que tenían antes de encenderse. Era un sistema que duraba más que la vela, producía poca luz y todo lo más se podía apagar por ahogamiento en la masa de aceite. Era una débil llamita que recordaba a lo endeble de la vida humana, al menos a mí me lo parecía. También recuerdo que los niños cogíamos calabazas de los campos y les metíamos un trozo de vela dentro y simulando una cara las dejábamos en las escaleras que subían de Massó. La luz venía a simbolizar otra vez más, incluso para los niños, la vida humana. Tal vez seamos pequeñas luces dentro de nuestros cuerpos que iluminan la realidad que es el vivir, y cuando morimos nos apagamos sin más.

sábado, 3 de noviembre de 2012

El Bonito y el Vigués

El Bonito y el Vigués eran dos peluqueros de Cangas que me cortaban el pelo. Tenían la peluquería en la calle San José, que era un cuartito pequeño a pié de calle con dos sillas de peluquería y un banco para sentarse y esperar turno. El Bonito hablaba mucho con su voz afónica y el Vigués lo hacía poco, como con cierta timidez. El Bonito era masajista del Alondras los domingos, por lo que la peluquería se convertía también en lugar de tertulia futbolística, sobretodo los fines de semana y los lunes. En verano había moscas y mientras cortaban el pelo o afeitaban le daban al cliente una escobilla, acabada en tiras de tela, para que las espantara. Cuando llegaba la hora de cerrar se cerraban las puertas y los últimos clientes quedaban dentro haciéndose la faena. Al final, cerraron la peluquería definitivamente cuando se jubilaron, no tuvieron quien siguiera el oficio, al Vigués no le recuerdo familia y al Bonito, que tenía un hijo que venía por la peluquería, tampoco le sucedió nadie. 

martes, 9 de octubre de 2012

La despensa de la casa

El gallinero era la despensa de la casa, por lo huevos y por la carne de las gallinas. Había gallinas y gallos todo el año, para ello había que reponer haciendo criar en primavera una nueva camada de pollitos. Las gallinas se ponían "cluecas" y los huevos ya eran entonces para incubar. Se ponían aparte para que estuvieran calentando los huevos unos veinte días, si no recuerdo mal, y poco a poco iban rompiéndose los cascarones apareciendo lo pollitos. La madre los llevaba por la huerta picando aquí y allá, como una retahíla de cositas amarillas que la seguían, y el problema eran las pegas que venían a robarlos y comérselos. El caso es que se criaba otra generación para el invierno siguiente. Se comían los pollos, dejando algún gallo, y las gallinas eran para poner huevos, porque la gallina acababa siendo algo más dura. El gallinero era también el lugar de reciclaje, porque los restos comestibles de la comida diaria podían usarse para alimentar a las gallinas, sobre todo restos de fruta y verdura. Y viceversa, el estiércol del gallinero se podía usar como abono para lo que se plantara en la huerta. Rafaela, la vecina, operaba a las gallinas cuando se atragantaban con algo, les abría el buche con unas tijeras y, después de vaciarlo, se los volvía a coser con hilo y aguja. Mi madre mataba las gallinas doblándole el cuello y contándoselo con un cuchillo, después las echaba en un barreño de agua caliente y las desplumaba. Se preparaban guisadas o en cocido, se le comían las mollejas, los hígados, el corazón y las patas, aparte de lo demás. Había gente que decía que la parte más exquisita era el culo (la cola) y otros preferían el cuello. Los huevos se comían de todas formas, pasados, cocidos, fritos o en tortilla. Se usaban para montar claras con los que hacer bizcochos esponjosos. Se tomaban las yemas con azúcar. Lo dicho, la despensa de casa.

martes, 2 de octubre de 2012

Adolescencia

Recuerdo haber hecho alguna vez una redacción en el colegio sobre la adolescencia y, también recuerdo que no había quedado muy satisfecho. Consideraba entonces que tal motivo de redacción quedaba muy alejado de mis capacidades discursivas para hacer algo digno. Sin embargo, hoy por hoy, tengo que volver a reconsiderar tal tema, creo que tal vez las cosas nos ocurran con alguna premeditación y si persisten en la memoria es señal de que tenían y tienen sentido para nosotros.
Este blog nació como necesidad de recuperar esta etapa de la adolescencia que vivimos un grupo de chiquillos en Salgueirón, al menos por mi parte era una relectura de la memoria de entonces, volver a leer qué es lo que había perdurado en la memoria personal y colectiva para así fijar qué es lo que nos llamó la atención entonces. Mi memoria de aquella etapa es el recuerdo de los árboles fundamentalmente, lugar donde permanecíamos colgados gran parte del tiempo. Los árboles tienen un simbolismo muy fuerte, son estructuras que crecen de las semillas, son el crecer generativo y son, en definitiva, la firmeza ante el empuje que quiere derribarlo todo. Los árboles se queman, pero vuelven a renacer, son Aves Fenix que siempre vuelven a estar de pie, es decir, volver a recuperarse después del conflicto. Esto es la adolescencia permanente de las personas en todas las etapas de la vida, siempre aprendiendo, siempre en conflicto, siempre purificándonos, volviendo a empezar de nuevo con más sabiduría, siempre buscando después de la caída subirnos al árbol de la fe en la que colgar y confiar nuestras vidas.

sábado, 14 de julio de 2012

Nuevas Amistades

Acabo de ver el anuncio en Faro de Vigo de la muerte de uno de los componentes de Nuevas Amistades. El grupo, que destacó en los años 70, nos quedó cerca de la pandilla de Massó. Lo digo porque eran la generación que iba delante de nosotros, algunos trabajaban en Massó y los veíamos a diario, y las chicas vivían por San Roque. Carmina acabó siendo novia de José María, y recuerdo verlos a menudo por Salgueirón. Viendo carátulas de los discos compruebo que hubo variaciones en los chicos, y creo que con el que más relación tuvimos fue con Eberto de Tiran. Es un recuerdo grato para los que vivimos aquella época porque había sido una sorpresa tener un grupo musical tan cerca con una fama bien ganada.
http://fotos02.farodevigo.es/fotos/noticias/318x200/2012-07-14_IMG_2012-07-14_02:50:54_mo6.jpg

domingo, 13 de mayo de 2012

Aprendizajes

Los aprendizajes de pequeño no se olvidan, me refiero al momento, uno siente la necesidad de alcanzarlos porque es lo que hacen los demás y es lo que toca en ese momento. Recuerdo como aprendí a leer, tenía menos de cuatro años, de hecho aun no estaba escolarizado pero veía como los demás niños leían las lecciones y simplemente escuchándolos y fijándome en el texto, aprendí. Cuando llegó el momento de que me enseñaran a leer ya lo sabía hacer. Aprender a nadar, gracias a mi perro aprendí, me agarraba de su cola y poco a poco me iba soltando, todo ello en la playa del Carro. Aprender a andar en bicicleta, con ayuda de la bicicleta que tenía mi hermana me echaba por la Alameda, con peligro de irme contra los árboles y con algún que otro rasguño con los mirtos, al final me mantenía en equilibrio. Aprender a jugar al ajedrez, mirando como jugaba la gente en Cangas me dí cuenta de las reglas y ya pude jugar mis primeras partidas. Realmente éramos autodidactas, llegado el momento podíamos aprender sin mucho esfuerzo.

domingo, 29 de abril de 2012

La romería de San Roque

San Roque del Monte era de las últimas fiestas del verano, a continuación venían las del Cristo y, finalmente, las de Darbo. Había bastante actividad en el monte, se engalanaban los alrededores, se ponían algunos puestos, se echaban cohetes y los altavoces difundían a los cuatro vientos la música que llegaba a Salgueirón como si estuviese allí mismo. Lo que me llamaba poderosamente la atención era la comida que hacían los romeros entre los árboles, en las laderas que llevaban hacia El Campana y El Castelo (los montes que seguían al de San Roque). Llegaban las familias, extendían los manteles y sobre ellos sacaban la comida y sentados en el suelo se ponían a comer. Era común ver tomar la sandía al final de la comida. Con el tiempo se perdió lo de las comidas y se mantuvo lo del baile, aunque a mí me quedó ese recuerdo indeleble de comer la sandía en el monte, sentado en la ladera, bajo los árboles y mirando al frente el panorama de Cangas.

jueves, 5 de abril de 2012

Emigrantes

Salgueirón era un barrio muy visitado, estaban los que venían a ver la fábrica y luego iban a comer a Simón, los que lo cruzaban los domingos para ir a ver el partido del Alondras, los que repartían cosas de diario como pan o leche, los afiladores que venían a poner parches a las potas y afilar cuchillos, incluso aparecían parientes que venían de América. Una vez aparecieron unos parientes americanos de Encarna y  Mateo, y, otra vez, también vinieron unos primos de mi padre de Puerto Rico. También Estrella y Fina habían recibido la visita de un pariente de allá, si no recuerdo mal. Como les ocurría a todos los gallegos la generación de nuestros padres tenía vínculos con los que habían emigrado al otro lado del charco. Otro tipo de emigración fue la europea, los que se fueron a Alemania, Holanda, Francia y Suiza, entre otros países. Esta afectó a las nuevas generaciones, y en este caso, por la distancia a esos países, pronto empezaron a retornar creándose barrios enteros con esas familias, como fue el caso del barrio de Rotterdan que se hizo por encima de la Caina. Que recuerde, de Salgueirón, un tío de Fernando estuvo por allá, también José estuvo en Francia, y sigue.

sábado, 31 de marzo de 2012

Apagones

En invierno eran frecuentes los apagones, la línea eléctrica sufría las consecuencias de los temporales y se iba la luz por unos instantes o, en el peor de los caso, por horas. Teníamos preparadas velas que se usaban para poder hacer la cena o simplemente poder ir a la cama. Las velas eran un elemento cotidiano en las casas para tal fin, y los niños jugábamos con los gotones de cera que escurrían vela abajo. También tenían mucho atractivo las sombras que se proyectaban en las paredes, oscilando con las perturbaciones de la llama cuando hacía una pequeña corriente de aire. Las velas procedían generalmente de las procesiones, después de su cometido ritual pasaban a su papel doméstico, acabando su vida útil cuando se rompían en mil pedazos o se consumían. Se ponían de pie en un platillo derritiendo unas gotas que se vertían en el centro y servían para pegar la vela al plato y mantenerla vertical. Con el tiempo amarilleaban y acababan tiradas en algún cajón de la alacena o del aparador como resto del invierno pasado para lo que pudiera venir.

sábado, 24 de marzo de 2012

Los claroscuros

Tengo varios recuerdos de claroscuros, uno de ellos en el eucaliptal, donde en medio de aquella penumbra cruzaban los rayos de sol por entre los huecos de las cúpulas de los árboles. Este claroscuro lo tengo asociado a las fresas silvestres que crecían en medio de aquellos enormes eucaliptos, gracias al clarear de aquellos efectos de luz. Y las fresas silvestres representaban para mí la emoción de descubrir aquel secreto en medio de semejante umbría. También es cierto que con posteridad descubrí que en los campos de redes, al campo abierto, nacían diseminadas algunas matas de fresas. Con el tiempo asocio estos claroscuros con el descubrir de lo valioso en medio de semejantes contrastes de luz y oscuridad, aunque ciertamente pequeño pero capaz de emocionarme. Realmente estoy hablando de saberes, el deleite del sabor de la fresa lo delata, ya que la primera vez que las vi me sorprendió, porque ¡no sabía que hubiera fresas salvajes tan cerca de mi casa!, era algo de lo que había oído hablar pero resultaba que también allí ocurría. Entonces todo un mundo de interrogantes se abría, resultaba que las fresas no sólo salían de plantas que previamente había que cultivar en una huerta, existían de forma natural, entonces, ¿qué conexión había entre las plantas salvajes y las cultivadas?, ¿cómo habían hecho los hombres el trasvase?, ¿aquellas fresas locales habían sido las originales que se habían usado?, ¿cómo eran tan escasas?, ¿se acabarían extinguiendo las fresas salvajes?, .........

viernes, 2 de marzo de 2012

La ayuda americana de los años sesenta

En la escuela teníamos la ayuda americana que consistía en que nos mandaban leche en polvo (que venía en unos bidones de cartón grueso) y queso de barra. Con ayuda de unas perolas de aluminio y unas batidoras manuales de varillas se hacía todos los días la leche en frío que luego tomábamos en el recreo. Para ello contábamos con unos vasos de plástico de colores que dejábamos recogidos en un armario. También nos repartían un trozo de queso que muchos comían así aunque yo prefería comer con pan, por lo que me lo llevaba en la mano a casa hasta poder coger un trocito. Prefería el queso y no la leche, esta última tenía un gusto un poco especial. El reparto se hacía cuando las escuelas estaban en la última planta del Hotel, cuando bajamos se acabó al poco tiempo. Realmente estaba bien la ayuda porque había en  aquella época niños que bien les venía que tuvieran un suplemento lácteo como aquello. Nosotros como éramos niños no alcanzábamos a ver el porqué de la ayuda ni por qué se acabó. Más adelante comprendimos que no era un plan Marshall pero sí que era un gesto del gobierno americano hacia el español.

viernes, 6 de enero de 2012

La Navidades y su radicalidad

Las Navidades son unas fiestas que gozan de una cierta radicalidad, cuestión que hay que tener en cuenta cuando analizamos estas fechas. Los niños vivíamos estas fiestas con ilusión, las vacaciones, los días especiales, la comida rica, los regalos de los Reyes,... Las vacaciones se nos acababan enseguida, el día después de Reyes llegaba sin tiempo para disfrutar los juguetes, era volver a la escuela con las ganas de jugar recien estrenadas. La comida era rica, platos especiales de la época, y sobre todo dulces. Pero la golosa dimensión no tiene parada y recuerdo estar empachado una Navidad tras otra, sin poder disfrutar de la comida. El Fin de Año era una fecha especial, acababa el año y empezaba uno nuevo, aunque daba miedo que no empezase el nuevo año y, además, tras una celebración por todo lo alto llegaba un primero de año soso y aburrido, sin ninguna actividad en la calle, debido a los excesos de la noche anterior. Los juguetes de Reyes, ¡qué ilusión esperando aquel juguete que queríamos!, qué desilusión si no llegaba. Núnca había contento completo, sobre todo, si los demás niños tenían lo que nos hubiera gustado tener. Tal vez esta radicalidad significaba que si abrazábamos, esperábamos, con mucha intensidad, corríamos el riesgo de llevarnos el chasco, lo que no nos decían era que teníamos que ir poco a poco.