La primera imagen que tengo de cuando llegó la TV a Cangas fue la de la retransmisión de una procesión de Semana Santa. Había ido con toda ilusión a ver que era eso de la TV al bar Alondras y quedé un poco compungido porque aquello no me resultó muy atractivo que digamos. Para los niños de aquellos años la Semana Santa era un poco tristona, me parece a mí, para empezar no se podía cantar, luego había que tener cuidado de no comer carne o de no comer entre horas los días de ayuno o abstinencia, y, en general, había un parón en la vida habitual en todos los ámbitos. En las casas se hacía acopio de huevos, mantequilla y harina para hacer los roscones (ahora se hacen todo el año) y se llevaban a la panadería para cocer las barras. Había un olor rico al dulce en la calle y en las casas. Solíamos ir a ver la procesión del Encuentro el Viernes Santo, para lo cual había que madrugar mucho, escuchábamos aquel sermón que iba relatando la aparición de los pasos y después venía el poder tomar un chocolate y roscón, para reponer fuerzas. Me llamaba la atención los pasos articulados en los que las figuras se podían mover y lo feos que eran los soldados romanos. Estos soldados eran como un pegote al lado de las demás figuras. También me llamaba la atención que en la mesa de la Última Cena había uvas y aceitunas de verdad. Con la música cambió el concepto de Semana Santa, cuando se perdió la costumbre de no poner música moderna en esos días y se empezó a pensar más en las vacaciones.
Semana Santa en Cangas
No hay comentarios:
Publicar un comentario