En la escuela nos confirmábamos cuando el obispo venía por la parroquia, que era de vez en cuando, e íbamos todos juntos para aprovechar la ocasión. Me acuerdo que a mí me tocó cerca del verano, fue un día caluroso en el que acudimos a la Iglesia de Darbo todos en grupo. Recuerdo cierta premura para preparar la ocasión así que realmente no podíamos imaginar en que consistía la ceremonia. Nos metieron a todos dentro de la iglesia y cerraron las puertas, el calor era más que notable y sudábamos. Un haz de luz muy intenso entraba por el rosetón de la fachada y llegaba hasta la mitad, la oscuridad que daba el cierre acentuaba más ese foco natural. Había tanta nitidez en el mismo que se veían las motitas de polvo en gran cantidad flotándo por efecto de la algarabía que formábamos todos allí metidos. Mi preocupación era saber si la bofetada que daba el obispo era real o simulada, resultó al final que era simbólica. Me acerqué y me arrodillé, creo, y me ungió con óleo y me dió la bofetada. Ya estaba hecho, un nuevo confirmado. Ahora se que todo tenía su significado, hasta las motitas, y sobretodo ellas.
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