Los aprendizajes de pequeño no se olvidan, me refiero al momento, uno siente la necesidad de alcanzarlos porque es lo que hacen los demás y es lo que toca en ese momento. Recuerdo como aprendí a leer, tenía menos de cuatro años, de hecho aun no estaba escolarizado pero veía como los demás niños leían las lecciones y simplemente escuchándolos y fijándome en el texto, aprendí. Cuando llegó el momento de que me enseñaran a leer ya lo sabía hacer. Aprender a nadar, gracias a mi perro aprendí, me agarraba de su cola y poco a poco me iba soltando, todo ello en la playa del Carro. Aprender a andar en bicicleta, con ayuda de la bicicleta que tenía mi hermana me echaba por la Alameda, con peligro de irme contra los árboles y con algún que otro rasguño con los mirtos, al final me mantenía en equilibrio. Aprender a jugar al ajedrez, mirando como jugaba la gente en Cangas me dí cuenta de las reglas y ya pude jugar mis primeras partidas. Realmente éramos autodidactas, llegado el momento podíamos aprender sin mucho esfuerzo.
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