El gallinero era la despensa de la casa, por lo huevos y por la carne de las gallinas. Había gallinas y gallos todo el año, para ello había que reponer haciendo criar en primavera una nueva camada de pollitos. Las gallinas se ponían "cluecas" y los huevos ya eran entonces para incubar. Se ponían aparte para que estuvieran calentando los huevos unos veinte días, si no recuerdo mal, y poco a poco iban rompiéndose los cascarones apareciendo lo pollitos. La madre los llevaba por la huerta picando aquí y allá, como una retahíla de cositas amarillas que la seguían, y el problema eran las pegas que venían a robarlos y comérselos. El caso es que se criaba otra generación para el invierno siguiente. Se comían los pollos, dejando algún gallo, y las gallinas eran para poner huevos, porque la gallina acababa siendo algo más dura. El gallinero era también el lugar de reciclaje, porque los restos comestibles de la comida diaria podían usarse para alimentar a las gallinas, sobre todo restos de fruta y verdura. Y viceversa, el estiércol del gallinero se podía usar como abono para lo que se plantara en la huerta. Rafaela, la vecina, operaba a las gallinas cuando se atragantaban con algo, les abría el buche con unas tijeras y, después de vaciarlo, se los volvía a coser con hilo y aguja. Mi madre mataba las gallinas doblándole el cuello y contándoselo con un cuchillo, después las echaba en un barreño de agua caliente y las desplumaba. Se preparaban guisadas o en cocido, se le comían las mollejas, los hígados, el corazón y las patas, aparte de lo demás. Había gente que decía que la parte más exquisita era el culo (la cola) y otros preferían el cuello. Los huevos se comían de todas formas, pasados, cocidos, fritos o en tortilla. Se usaban para montar claras con los que hacer bizcochos esponjosos. Se tomaban las yemas con azúcar. Lo dicho, la despensa de casa.
martes, 9 de octubre de 2012
martes, 2 de octubre de 2012
Adolescencia
Recuerdo haber hecho alguna vez una redacción en el colegio sobre la adolescencia y, también recuerdo que no había quedado muy satisfecho. Consideraba entonces que tal motivo de redacción quedaba muy alejado de mis capacidades discursivas para hacer algo digno. Sin embargo, hoy por hoy, tengo que volver a reconsiderar tal tema, creo que tal vez las cosas nos ocurran con alguna premeditación y si persisten en la memoria es señal de que tenían y tienen sentido para nosotros.
Este blog nació como necesidad de recuperar esta etapa de la adolescencia que vivimos un grupo de chiquillos en Salgueirón, al menos por mi parte era una relectura de la memoria de entonces, volver a leer qué es lo que había perdurado en la memoria personal y colectiva para así fijar qué es lo que nos llamó la atención entonces. Mi memoria de aquella etapa es el recuerdo de los árboles fundamentalmente, lugar donde permanecíamos colgados gran parte del tiempo. Los árboles tienen un simbolismo muy fuerte, son estructuras que crecen de las semillas, son el crecer generativo y son, en definitiva, la firmeza ante el empuje que quiere derribarlo todo. Los árboles se queman, pero vuelven a renacer, son Aves Fenix que siempre vuelven a estar de pie, es decir, volver a recuperarse después del conflicto. Esto es la adolescencia permanente de las personas en todas las etapas de la vida, siempre aprendiendo, siempre en conflicto, siempre purificándonos, volviendo a empezar de nuevo con más sabiduría, siempre buscando después de la caída subirnos al árbol de la fe en la que colgar y confiar nuestras vidas.
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