Siempre me llamaron mucho la atención los ramos de olivo que llevaban los niños en Cangas el Domingo de Ramos. Lo he comentado otras veces, llevaban guirnaldas de golosinas de adorno, caramelos, pasas, higos secos, galletas, etc., de lo más apetecible. También las palmas se adornaban aunque eran más difíciles de ornamentar. Con todas aquellas chucherías los niños no paraban en la iglesia y durante la misa ya iban metiendo mano a las golosinas de los propios ramos y los ajenos. Supongo que el motivo de tan singular adorno era para llevar a los chiquillos a la iglesia, por alguna razón la fiesta de Ramos se convertía así en una Semana Santa para niños. Yo llevaba palma trenzada, que después quedaba colgada todo el año a la intemperie en el balcón de casa, y miraba con envidia aquellos ramos tan apetitosos.
domingo, 24 de marzo de 2013
domingo, 17 de marzo de 2013
La parrilla
Ahora se ha puesto de moda en muchos sitios la barbacoa, pero hay que decir que antes en cada casa había una humilde parrilla que servía para poner unas sardinas o unos jureles a la brasa. La parrilla eran cuatro alambres que se pasaban arrinconados todo el invierno, que se sacaba cuando empezaba el buen tiempo y la temporada de estos pescados. Se ponían cuatro piedras en el suelo, o en un murito, se hacía una pequeña hoguera con los restos de la poda de los frutales que había por la huerta y en un instante había unas brasas para asar. Se decía que los sarmientos de las vid eran los mejores para hacer brasas, pero no había vides en todas las huertas, aunque recuerdo haber ido a buscar sarmientos para tal ocasión. Con el paso del tiempo se empezó a hablar de las sardinas del xeito y de la ardora, según la forma de pescar, pero por aquel entonces no había tal distinción. Un trozo de pan a modo de cama y la sardina o el jurel encima, comiendo con los dedos, era el sencillo y rico resultado de tan simple experiencia culinaria.
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