La Alameda que estaba delante de mi casa encubría un depósito-aljibe de agua para suministrar a la Fábrica. Para nosotros, los niños de la zona, aquellos rectángulos cuadrados que había eran como bancos para sentarse, al principio con tapas de latón (que quemaban con el sol) y después de cemento. También servían para jugar de mil y una formas, saltar de unos a otros evitando que te pillasen, empujarnos unos a otros para hacernos caer,...Pero claro, cuando aparecieron los de la fábrica, destaparon aquello y se metieron dentro, se nos reveló la verdadera naturaleza de aquello que estaba bajo nuestro patio de juegos, ¡había mucha agua allí abajo!. En un momento dado estuvieron poniendo unos medidores automáticos de nivel, algo parecido a lo que tenían las cisternas que cuando el agua llegaba hasta allí se cerraba el grifo. Toda aquella agua debía de venir del pozo que había en la Sierra que por inercia iba llenando el aljibe y tal vez había que controlar que no desbordase. Realmente el aljibe estaba bien construido porque no rezumaba agua por ningún lado que delatase su naturaleza, ni siquiera hacia la finca de Fernando a la que daba uno de los laterales -- el otro daba hacia la carretera con menor altura y los otros dos quedaban disimulados con el nivel descendente de la propia Alameda. Uno de los episodios trágicos de mi infancia fue caerme desde la pared que daba a la carretera y abrirme la cabeza con el bordillo de una canaleta que daba al aljibe. Me queda el recuerdo de una cicatriz y medio abollamiento en mi cabeza, y con ello puedo decir que ya no me he olvido del aljibe en mi vida.
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