En aquellos años no había más agua envasada que las aguas minerales, después vinieron las aguas en botella de plástico. Bebíamos de todas las fuentes que había, algunas eran un simple caño en una pared y en el monte casi era beber del regato. No había noción de agua contaminada. Recuerdo estar bebiendo en una fuente del monte y al levantar la vista ver unas vacas unos metros más arriba, pastando sobre el regato que alimentaba la fuente. En casa, bebíamos del grifo. En la fábrica estaba la fuente de la guardería con dos "chafarís" de los que bebíamos todos los niños, y en la parte interior, hacia las duchas, había un buen grifo. En aquella época si coincidíamos un adulto y un niño para beber, el adulto cedía el turno al niño porque el adulto podía contagiarlo al poner su boca en el caño o grifo. ¡No contaminaba el agua, contaminaba el adulto!
La persona mayor aparecía ante nosotros como fuente de infecciones. Los niños éramos almas puras que corríamos el riesgo de ser contaminados.
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