Ocurrió una vez que una gallina de Rafaela se atragantó y andaba media asfixiada. Ella, con toda la seguridad del mundo, agarró a la gallina, le sacó las plumas del pecho y con una tijeras le abrió el buche y la limpió. La cosió y la soltó por el campo, como si tal cosa. Hay que decir que lo asombroso es que todo lo hizo en vivo y que la gallina no protestó más de lo habitual. Aquella pericia cirujana me quedó marcada en el recuerdo para siempre.
En mi casa no éramos tan diestros en estas técnicas, con decir que una vez nos regalaron un pavo vivo para Navidad y, como decían que había que emborracharlo antes de matarlo, le dimos cognac y, como no le veíamos hacer ni el más mínimo signo de mareo, seguimos hasta darle casi toda la botella sin ningún resultado. La conclusión fue que se mató empapado en cognac y a eso es a lo que sabía en el plato.
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