domingo, 8 de noviembre de 2009
Arreglar cacerolas
Las cacerolas y ollas de casa estaban remachadas con aquellos aros debido a que por algún golpe se hacía un agujero y las dejaba inservibles hasta que se reparaban. Venían los afiladores y capadores (al parecer tenían ambas habilidades) y arreglaban las perolas o afilaban los cuchillos. Los primeros que venían también reparaban los paraguas con aquellos carros especiales de rueda a pedal, porque los de después ya venían en moto y eran más de afilar cuchillos que de otra cosa. Era una economía en la que las cosas cuando se estropeaban se arreglaban. Se zurcían calcetines o camisas, o se cogían puntos en las medias. Cuando la ropa estaba muy pasada se les hacía un reciclaje en forma de paños para secar. Hasta los cueros de los zapatos los usábamos para hacer tirachinas. Realmente no se tiraba nada que no fuese susceptible de rehusar.
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1 comentario:
Recuerdo el grito agudo, oído ya desde la lejanía: "¡afilador paragüero!" No sé si en Cangas diría lo mismo, no sé si en mi mente se junta el afilador de Cangas con el de otros lugares, pero la profesión era la misma.
Cómo si la prisa no existiese, se buscaban las tijeras que no cortaban bien, aquel paraguas... y salíamos a la calle rodeando a aquel señor tan peculiarmente vestido.
Esperábamos pacientemente el turno, porque nos divertíamos mirando cómo afilaba y arreglaba las cosas.
Mis hijos ya no vivieron estas historias, y estoy segura de que cuando nacieron todavía quedaba algún afilador perdido por ahí, pero el mundo ya había cambiado mucho. Todos íbamos a cien por hora y si las tijeras no cortaban se compraban otras y problema solucionado. Qué pena.
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