El huevo de madera que tenían todas las cestas de costura era realmente singular. Tenía la forma perfecta de huevo y era lo que más llamaba la atención, máxime cuando en casa había gallinas --no me imaginaba a una de aquellas gallinas queriendo incubar tal objeto. Por supuesto se utilizaba para zurcir calcetines, porque era la cultura del mantenimiento, las cosas tenían que durar aunque remendadas. También podía haber palillos de madera para hacer calados, aunque eso era más complejo. Lo que no faltaban era agujas de calcetar y de ganchillar, dedales, tijeras, alfileres, imperdibles, corchetes y toda una colección de agujas de coser, desde estambreras hasta las más finas. ¡Ah!, y todo tipo de botones de repuesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario