Tengo varios recuerdos de claroscuros, uno de ellos en el eucaliptal, donde en medio de aquella penumbra cruzaban los rayos de sol por entre los huecos de las cúpulas de los árboles. Este claroscuro lo tengo asociado a las fresas silvestres que crecían en medio de aquellos enormes eucaliptos, gracias al clarear de aquellos efectos de luz. Y las fresas silvestres representaban para mí la emoción de descubrir aquel secreto en medio de semejante umbría. También es cierto que con posteridad descubrí que en los campos de redes, al campo abierto, nacían diseminadas algunas matas de fresas. Con el tiempo asocio estos claroscuros con el descubrir de lo valioso en medio de semejantes contrastes de luz y oscuridad, aunque ciertamente pequeño pero capaz de emocionarme. Realmente estoy hablando de saberes, el deleite del sabor de la fresa lo delata, ya que la primera vez que las vi me sorprendió, porque ¡no sabía que hubiera fresas salvajes tan cerca de mi casa!, era algo de lo que había oído hablar pero resultaba que también allí ocurría. Entonces todo un mundo de interrogantes se abría, resultaba que las fresas no sólo salían de plantas que previamente había que cultivar en una huerta, existían de forma natural, entonces, ¿qué conexión había entre las plantas salvajes y las cultivadas?, ¿cómo habían hecho los hombres el trasvase?, ¿aquellas fresas locales habían sido las originales que se habían usado?, ¿cómo eran tan escasas?, ¿se acabarían extinguiendo las fresas salvajes?, .........
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