Capítulo X
Los
alrededores de Salgueirón
Cangas era la periferia de
Salgueirón para los que vivían allí, el barrio era una isla que tenía lo
suficiente para sus habitantes. Así todo, conforme se iba creciendo se iban
ampliando horizontes y Cangas empezaba a ofrecer otras posibilidades. Había
familiares que visitar, la plaza del pescado fresco de la ría y las
carnicerías, y, sobre todo los domingos, los cines. Se iba a la primera sesión,
se salía a media tarde, se compraban chucherías y se volvía a subir para
Salgueirón, por la Piedra Alta o por Lavapiés. También había la tienda de Barca
para arreglar bicicletas, heladerías, y quioscos para comprar chistes o sobres
sorpresa. Además, había cafeterías en las que pasaban la tarde los padres y los
hijos les acompañaban.
Estaba la Iglesia para ir a misa,
se iba arreglado y las mujeres con el velo. Al principio eran en latín y,
cuando se podía entender algo en el sermón, los hombres salían afuera a charlar
y echar un cigarro, hasta que empezaba el credo y volvían a entrar. Los hombres
se colocaban al fondo y las mujeres delante. Se cantaba mucho, había grandes
“sopranos” que llevaban el mando de la canción, arrancando con nuevas canciones
cuando se acababa la anterior. Tenían un tono muy sonoro y particular. La salida de misa suponía dar un paseo y vuelta
a subir para Salgueirón.
Las fiestas del Cristo eran
esperadas con entusiasmo. Eran al final del verano y toda aquella algarabía de
sonidos y dispositivos eléctricos excitaban a los chiquillos. Esos días se
bajaba a media tarde y se estaba allí hasta la media noche. Había verbena con
dos orquestas que se alternaban. Una se ponía en la Plaza, frente a lo que se
llama la Casa de la Bola, y, la otra estaba en la Alameda Vieja, al lado de la
fuente. Las cadenas, los coches de choque, las casas de misterio, las tómbolas,
etc, aglutinaban a grandes y pequeños alrededor, esperando turno o jugar en
alguna rifa. Sorteaban torres de tarteras, que,
por su espectacularidad, llamaban la atención cuando le tocaba a uno y
salía con aquella torre sobresaliendo por encima de las cabezas.
Por las mañanas había
competiciones para los adolescentes, carreras de bicicletas, de atletismo,
natación entre los muelles, etc, en la que algunas veces participaban algunos
de los de Massó. Por Massó se entendía toda la zona desde Lavapiés hasta
Areamilla y hasta la Carretera Nueva. Había partidos de balonmano del equipo
local, y algún partido de futbol con el Alondras en el Campo de Massó. Cuando
venía el Celta acababa ganando siempre por lo que conseguía que los aficionados
del Alondras acabasen cogiéndole manía al equipo vigués.
Cangas era el sitio para embarcar
en los Barcos de Vapor para Vigo. Al principio de vapor y después de gasoil.
Fundamentalmente el pueblo estaba unido a Vigo por este medio de transporte, ir
dando vuelta a toda la ría en coche era una eternidad. Cuando había temporal y
cerraban el puerto se quedaba aislado y había que esperar al día siguiente que
amainase. Se corría la voz de que se iba a cerrar el puerto, y todo el mundo lo
sabía para tomar precauciones de no perder el último barco.
Con el tiempo se iba no sólo a
Cangas sino a los alrededores del pueblo, Coiro, la Cuesta del Cuco, la
Magdalena, San Pedro, los montes como el Campana o el Castelo. Se hacían
excursiones o se iba a las fiestas del principio de verano. Llevaba toda una
tarde la salida y se retornaba por la tarde-noche. Incluso, al ir creciendo se
iba a pasar el día entero a playas de la ría de Aldán, por la parte de Hío,
sobre todo Areabrava. A finales de los sesenta no iba mucha gente a las playas,
durante la semana menos, así que eran playas que se disfrutaban en
soledad. No estaba de moda el ponerse
moreno.
Visita a Cangas
Los sábados y domingos se bajaba a Cangas
a dar una vuelta si el tiempo lo permitía. En verano eran más frecuentes las
visitas y, en particular, mis padres me llevaban al club Rodeiramar. En Cangas
había dos clubs sociales, éste que menciono y el Casino. Tal vez representaban
dos filosofías de sociedades, el club era más de veraneantes y el Casino, más
de la gente de Cangas. Los dos desaparecieron con el tiempo, porque
desaparecieron las barreras sociales y se crearon nuevas modalidades de ocio.
Se bajaba a Cangas a estar en una terraza viendo pasar gente y charlando con
los amigos y conocidos. Airiños, el Alondras, el de la plaza que llevaba Amador
(El Galicia) y algún que otro, eran los que tenían mayor concurrencia. Se
pasaba la tarde y al anochecer se recogía la gente. De pequeño podía terminar
subiendo en la moto de Carlos o en los brazos de mis padres, medio muriéndome
de sueño.
El club
Rodeiramar
El club Rodeiramar estaba en el frente
marítimo de Cangas, entre los dos muelles, a la izquierda el pequeño donde
atracaba La Guapa, con su marquesina, y el de la derecha, el de los barcos de
pesca, donde atracaba el otro barco de pasaje. En verano visitaba más a menudo
el club porque había más actividad con los veraneantes. Al subir, estaba en una
primera planta, había una habitación a la derecha donde se ponían las mujeres.
Hacían unas grandes partidas de cartas todas las tardes, juntando dos barajas
dado que era un grupo numeroso. La partida solía ser un pretexto, les gustaba
estar hablando. La salita daba a la terraza y se entraba y salía con asiduidad.
Al subir, a la izquierda, estaba la barra de la cafetería y un espacio amplio
que constaba de la sala de la televisión al fondo y de la sala de juego, con
mesas de jugar la partida de los hombres. Estos jugaban en grupos reducidos a
lo mucho de cuatro. El interés general de estos era ganar la partida. También
se jugaba al ajedrez. Separando ambos espacios estaba la mesa de billar. Había,
enfrente de la barra del bar, un pequeño palco donde se situaban las orquestas
cuando había baile. Luego estaba la terraza, muy amplia, desde donde se
contemplaba la calle y el puerto, con su entrar y salir de los barcos. Tenía
acceso desde ambas salas de juego. La pared de piedra estaba afectada por el
salitre y se deshacía fácilmente en arenilla si se le pasaba el dedo. Al lado
de la puerta de la calle, había el kiosco de los chistes dónde solíamos comprar
sobres sorpresa y cromos de las colecciones de la época. Solía ver las series
de televisión y los partidos. También veía las partidas, y sobre todo las de
ajedrez. Otro entretenimiento era ver llegar y salir a los barcos o pasear la
gente por la calle. Después de pasar la tarde volvíamos a subir a Salgueirón
caminando de noche. Algunas veces subía en el pescante de la moto de Carlos. De
los personajes más mayores que pasaron por allí se podía nombrar a Pepe
Santodomingo, el dueño de los astilleros, a Paganini el de las conservas o a
Canitró el de la mercería.
El barco de Vigo era un clásico barco de
pasajeros hecho de madera. Algunos trabajadores que iban a diario a trabajar a
Vigo o los estudiantes que iban a los institutos o colegios de Vigo, solían
viajar en la bodega del barco, donde había una bancada lateral y se veían las
vigas que formaban el armazón del casco. Una vez yendo con temporal, unos
cuantos que íbamos en la bodega salimos corriendo cuando un golpe de mar hizo
que entrase agua por unas rendijas que había en la parte alta. Cuando había
mala mar llegábamos a ir metidos en el puente con el patrón.
Cuando había temporal en la ría el barco
de vapor hacía un recorrido más largo. Para coger de proa y después de popa las
olas, tenía que salir de Cangas en dirección hacia la salida de la ría y
después enfilaba hacia el muelle de trasatlánticos de Vigo. A la vuelta hacía
el mismo trayecto en sentido inverso. En este ángulo más agudo, en su recorrido
primero pasaba muy paralelo a Salgueirón, y el verlo en esta maniobra era señal
inequívoca de que el mar estaba complicado para ir a Vigo. Cuanto más paralelo
iba a la costa más temporal había. En algunos momentos se llegaba a cerrar el
puerto y entonces se suprimía el servicio. Estas maniobras las podía contemplar
desde la ventana de mi habitación y, curiosamente, a mí me gustaban los días
así de complicados.
Los balandros
Los balandros eran barcos que
transportaban carga, generalmente entre Cangas y Vigo. Eran barcos que tenían
mucha cubierta para poder llevar los bultos y un buen mástil con una pluma que
se manejaba con poleas, para subir y bajar los bultos al muelle. En Cangas
estaba Antolín que tenía uno y hacía el servicio con Vigo. Recuerdo que
transportaba bombonas de butano cuando empezaron las cocinas de gas. Quino me
cuenta que Massó tenía dos balandros, en uno de los cuales trabajaba su padre.
Dice que una vez tuvieron que hacer un viaje hasta Avilés. No recuerdo bien
esos balandros, uno de ellos al parecer se llamaba El Delfín, pero supongo que
serían como el de Antolín, en cuyo caso me puedo imaginar lo arriesgado que
tenía que ser navegar fuera de la ría con tales barcos.
Puestos de
caramelos y demás chucherías
En Cangas los puestos de caramelos y
chistes estaban situados en lugares estratégicos, en la zona de los muelles. En
la esquina de la Fábrica de las Luces, delante del muelle grande, había uno,
entre los dos muelles estaba otro, el de Vilerma, y, en el muelle de la Guapa,
había un tercero. Tenían toda clase de golosinas y cosas de niños, pero también
vendían fruta, se conoce que para el viaje a Vigo. Luego estaba el quiosco del
Sr. López en la Alameda, que se dedicaba fundamentalmente a la venta de la
prensa. Delante del cine Avenida había otro quiosco, orientado para la gente
que iba al cine, aunque también se ponían puestos ambulantes en la misma
entrada del cine. La de Leta tenía también su correspondiente puesto. Al lado
de la Plaza, en la entrada norte, había un puesto con un carrito de helados al
corte. En el barrio Chino, al lado del Campo de Futbol del Alondras, también
había otro, que servía cuando se iba al futbol o a la playa. Nosotros,
como niños que éramos, controlábamos estas posiciones porque era dónde podíamos
gastar nuestras perrillas.
Los sobres
sorpresa
Los niños solíamos comprar en las
tienditas diversos elementos para nuestro entretenimiento, con algunas
perrillas que disponíamos. Había caramelos, chicles, pipas y toda suerte de
golosinas, entre las que destacaban los platanitos y unos caramelos que
asemejaban a cortes de tallo. Pero también podíamos comprar sobres de
estampitas para acabar la colección del momento, y chistes de todo tipo, desde
el TBO hasta Hazañas Bélicas o el Jabato. Había, también, los sobres sorpresa,
que contenían cosas variadas, y, como su nombre indica, que podía uno disfrutar
de encontrar sorpresas de figuritas o juguetitos variados como, por ejemplo,
voladores al estilo de aspas de helicóptero. Recuerdo la tienda que había al lado
del club Rodeiramar, con la señora Vilerma (si no me equivoco) metida en
aquella ventana, con los chistes colgados con pinzas, cual piezas de ropa, en su
interior. ¡Era lo que había!
Hubo una época en que andábamos en
bicicleta para ir a todos los lados, incluso llegamos a ir hasta Beluso, y,
claro, teníamos que arreglar los pinchazos que ocurrían a menudo. Los
suministros estaban en Cangas, en el taller de Barca, enfrente del muelle de la
"Guapa", y solíamos caer por allí de vez en cuando. Disponíamos de
unas cajas de parches y del pegamento especial que había a tal efecto que,
junto con una hoja de papel de lija, nos permitía arreglar tubulares y seguir
montando en bici.
El Bonito y el Vigués eran dos peluqueros
de Cangas que me cortaban el pelo. Tenían la peluquería en la calle San José,
que era un cuartito pequeño a pie de calle con dos sillas de peluquería y un
banco para sentarse y esperar turno. El Bonito hablaba mucho con su voz afónica
y el Vigués lo hacía poco, como con cierta timidez. El Bonito era masajista del
Alondras los domingos, por lo que la peluquería se convertía también en lugar
de tertulia futbolística, sobre todo los fines de semana y los lunes. En verano
había moscas y mientras cortaban el pelo o afeitaban le daban al cliente una
escobilla, acabada en tiras de tela, para que las espantara. Cuando llegaba la
hora de cerrar se cerraban las puertas y los últimos clientes quedaban
dentro haciéndose la faena. Al final, cerraron la peluquería
definitivamente cuando se jubilaron, no tuvieron quien siguiera el oficio, al
Vigués no le recuerdo familia y al Bonito, que tenía un hijo que venía por la
peluquería, tampoco le sucedió nadie.
El zapatero de
Balea
El de zapatero era uno de los oficios más
útiles en la época. Los zapatos se remendaban y se arreglaban cuando se rompían
o se quedaban pequeños, y no sólo los de las mujeres, los de caballero y los de
niño. Había un zapatero en Balea al que íbamos de vez en cuando enviados por
nuestras madres, aunque también íbamos a arreglar balones y botas de fútbol. Lo
singular era el sitio en sí --habitual por otra parte de todos los zapateros--
era oscuro, con un olor intenso, con hojas de revistas de chicas con poca ropa
o con equipos de fútbol en las paredes y, en el centro, el zapatero
sentado, con su minusvalía, con su delantal de cuero, hablando con todo el
mundo.
El Forte de
Balea
El Forte de Balea era un bunker de una
batería costera que se debió de construir durante la guerra civil española.
Probablemente serviría para defender la entrada a la Ría de Vigo. Lo que
quedaba era aquella explanada con los sólidos habitáculos subterráneos dónde se
parapetaban los artilleros, no había más restos que la estructura de la
construcción. Los niños nos metíamos por aquellos recovecos que dejaban ver por
sus ventanales el mar de la ría y esta visita coincidía con la que hacíamos al
zapatero.
Compitiendo en
las Fiestas del Cristo
Desde Salgueirón esperábamos con
entusiasmo que llegaran las Fiestas del Cristo de Cangas, tanto por las
diversiones y los bailes como por las competiciones deportivas que se
celebraban por las mañanas. Una de las veces, Fernando y yo, nos preparamos y
nos apuntamos a participar en la travesía a nado desde un muelle al otro del
puerto de Cangas. Recuerdo cómo mi participación se redujo a la salida en
aquella mañana que nos pusimos en la borda de aquel pesquero. Cuando estábamos
en posición, antes de dar la señal y por la premura de salir, me lancé al agua
antes de tiempo con lo que en mi inmersión iba imaginándome que me iban a
descalificar, oyendo a la vez los chapoteos de los demás a los que
supuestamente había inducido a lanzarse antes de tiempo, a la par que sorprendiéndome
por la cantidad de algas que había y con desagrado por el sabor a gasoil que
tenía el agua. Cuando salí a superficie después de todas aquellas prolongadas
sensaciones (¡en apenas segundos!), observé que toda la cuadrilla ya se había
lanzado e iba por delante de mí a toda pastilla. Ya sólo me quedó nadar
dignamente hasta el otro muelle para completar mi honrosa participación.
Entre Areamilla y la playa del Medio hay
una zona muy pedregosa, con una pequeña playa que casi no tiene arena, enfrente
la Borneira. En un momento dado allí se preparó una zona para el tiro al plato.
Disparaban hacia el mar. En épocas de fiestas se organizaban campeonatos de
tiro al plato, llegaban tiradores de todos lados, aunque más bien hay que decir
que muchos debían de ser cazadores reconvertidos, con ganas de pegar unos
tiros. En un pequeño bajo, protegido delante del tirador, estaba el que lanzaba
los platos con aquel artilugio mecánico. A la voz del tirador, cada uno con su
propio estilo, se lanzaba el disco variando el ángulo y sonaban a continuación
uno o dos disparos según terciara. Al final de estas jornadas quedaban los
cartuchos esparcidos por el área como señal de que había habido tiro al plato.
Espejismos en
Areamilla
Los
días que apretaba fuerte el calor en verano, desde Areamilla se observaba un
fenómeno meteorológico curioso, la formación de una franja horizontal en el
horizonte que parecía querer elevar las Islas Cies o la costa de Bayona. Por
efecto de la evaporación del mar se reflejaba éste en ese vapor impidiendo ver
con claridad la línea del horizonte, amplificándola incluso y dando la
impresión de que la tierra de enfrente tenía un zócalo. Lo mismo ocurre en el
asfalto cuando está muy caliente y se convierte en un espejo haciendo
desaparecer la carretera. Los niños imaginábamos que aquello podía ser un
fenómeno similar al que ocurre en el desierto, aunque en este caso en vez de
arena había agua.
Tengo un recuerdo borroso que tal vez me
lo haya inventado, pero algo me suena de que una vez se escapó alguien de la
Guardia Civil y se tiró al mar entre la Congorza y Areamilla y fue nadando
hasta el "con" que hay por allí. Tuvieron que ir hasta el islote los
guardias para poder apresarlo. ¿Alguien se acuerda de ésto? También me acuerdo,
y debe de ser que era por aquella época, de ver hacer rapetadas en la playa de
Areamilla al atardecer. Con unas chalanas y desde la playa traían arrastrando
la red hasta alcanzar la playa con aquella bolsa final medio llena de pescados,
con algunos salmonetes y algunas sollas entre otros.
Bañarse en
Areamilla
Areamilla es la playa más importante de
Salgueirón, no es muy grande que digamos pero tiene bastante amplitud y fondo
despejado como para poder bañarse en cualquier marea. Con marea baja hay
fanecas bravas y buena cuenta de ellas di yo un día que me picaron. En la playa
jugábamos a menudo al fútbol con la gente de Balea y después de sudar un rato
apetecía darse un buen baño, a pesar del agua fría que suele haber. Recuerdo
que en esta playa aprendí a nadar a kroll por primera vez, que coordiné los
movimientos de los brazos con la respiración acompasada con la cabeza metida en
el agua. Es curioso pero esos momentos en que uno se da cuenta que domina una
situación quedan grabados para siempre. Recuerdo que estaba ese día en la playa
Alicia la hija de Chiquitina y fue testigo de mi logro. Curioso, ¿no?
En
primer plano una gamela y una chalana, la playa a continuación y los edificios
de la Ballenera al fondo. Detrás del fotógrafo estaría el Matadero y la Laguna.
El camino que hay sobre el muro lleva al muellecito. La playa de la Congorza (¿de dónde vendrá ese nombre?) es pequeña y se usaba entonces para poner las gamelas y chalanas, a lo sumo algunos bañistas la usaban para tomar el sol. El principal problema entonces era la sangre del Matadero que dejaba la pequeña rada de color rojo cuando se mataban las vacas.
El camino que hay sobre el muro lleva al muellecito. La playa de la Congorza (¿de dónde vendrá ese nombre?) es pequeña y se usaba entonces para poner las gamelas y chalanas, a lo sumo algunos bañistas la usaban para tomar el sol. El principal problema entonces era la sangre del Matadero que dejaba la pequeña rada de color rojo cuando se mataban las vacas.
La
playa de la Congorza era pequeña, estaba llena de gamelas y chalanas, y rara
vez nos bañábamos en ella porque cuando mataban ganado en el Matadero toda la
sangre teñía el agua de rojo, cual plaga egipcia, y porque resultaba más
atractivo bañarse en el muellito, sobre todo con marea alta. Desde el muellito
nos lanzábamos corriendo a ver quién alcanzaba más distancia en el salto.
Cuando había mareas vivas el mar llegaba a cubrirlo. Recuerdo ver pescar bruños
con marea baja entre el muelle y la playa, con una gamela y un cajón con
cristal para ver el fondo y un bichero.
En el campo de Massó era donde jugaba el
Alondras pero también donde se celebraban otros muchos partidos. Lo primero que
recuerdo eran los partidos de solteros contra casados en las fiestas de San
Cristobal y también se jugaban partidos de infantiles y juveniles de ligas menores.
Los partidos importantes los jugaba el Celta contra el Alondras en las Fiestas
del Cristo y casi siempre ganaba el Celta. Una vez vino Peiró a jugar un
partido. Era la época de Pazolo, Kubala y Sangabriel entre otros. Los niños nos
subíamos al muro o les dábamos algún dinero a los porteros para que nos dejaran
pasar y así poder ver los partidos. Hubo una época en que el Alondras tenía que
ir a jugar a Asturias y el club compró un miniautobús en el que se desplazaba
el equipo pero se tenían que dar unas palizas terribles de viaje. De Salgueirón
jugaron en el Alondras, José, el hermano de Quinito, y Miguel, el hermano de
Merche.
Capítulo XI
Época de cambios
El paso de los sesenta a los
setenta es un momento de grandes cambios a nivel de España, y también a nivel
mundial, hay un creciente aumento del desarrollo tecnológico y económico que
llega al día a día de la gente, incluso desde Salgueirón se perciben esos
cambios en detalles cotidianos como la aparición de la televisión, el teléfono,
la cocina de gas, la nevera eléctrica, etc.
Las tiendas de aceite y vinagre
como la de la señora Francisca se sustituyen por supermercados, el primero de
la zona lo pone Mucha en el barrio de Rotterdam, probablemente traen las ideas
los que retornan de la emigración. Con ellos vienen los productos refrigerados
y congelados. Hay leche del día refrigerada en bolsas pero leche de larga
duración en botellas de cristal y tetrabrik. Aparece la longaniza de chorizo y
el jamón york. Se acaban los bocadillos de plátano o de natas con azúcar.
Empiezan a circular los coches
particulares, las carreteras se asfaltan, hay tocadiscos para hacer guateques
como los que se hacían en el Garaje de Pancho. Don Bernardo, el cura de Darbo, trae
los aires del Vaticano II, venía a hacer visitas a la Escuela en moto, otras
veces venía en un coche-huevo y llena las iglesias de su parroquia de cables,
altavoces y micrófonos. Acaba haciendo un tele-club en un local que pertenece a
la parroquia de Darbo pero que prácticamente está en Cangas, al lado de la
gasolinera.
En Salgueirón se empiezan a
comprar los coches, el Seat 600, el 127, el 850, los Simca, con el consiguiente
problema de aparcamiento. Carlos Ocaña se compra un Gogomobil, un coche pequeño
en el que era difícil entrar si se era alto. En la Carretera de Arriba hay
varios garajes, están los de Pazos y Pancho hace el suyo. En la de Abajo se
suelen dejar los coches en la calle o en el Campiño. El veterinario también
hace el suyo en la finca. Al final se usa el Garaje de Massó para dejar algunos
coches.
En Cangas empiezan a crearse las
primeras discotecas, empiezan a decaer las verbenas de las fiestas, se cierran
los cines antiguos de una única sala y aparecen los multicines. Las relaciones
entre parejas se empiezan a redefinir, hay conflicto generacional en este
sentido entre padres e hijos. Hasta aquel momento los chicos, y sobre todo las
chicas, se casaban muy jóvenes, salir de la escuela, hacer de aprendiz para
entrar a trabajar, y casarse, eran las etapas de vida. Las cosas empiezan a
cambiar, comienzan las relaciones prematrimoniales, y la mujer se empieza a
incorporar al mercado laboral.
En España entran los tecnócratas
del Opus en el Gobierno. Aparece el fenómeno de ETA. Se descoloniza Guinea
Ecuatorial y hay el conflicto de Sidi Ifni. Aparece la EGB de Villar Palasí,
desaparecen las escuelas unitarias como la de Massó y se crean los grupos
escolares, los de Salgueirón quedan adscritos al grupo de San Roque.
A nivel mundial se vive la guerra
fría con la crisis de Cuba, la guerra de Vietnam, el asesinato de Kennedy y la
llegada del primer hombre a la Luna. Portugal vive la descolonización de Angola
y Macao. Secuestran el Santa María, el trasatlántico portugués que se solía ver
a menudo en el muelle de Vigo. Son épocas de cambios sociales que preconizan lo
que viene en el final de siglo y la época que vivimos.
POST DEL
BLOG
Esto ya lo he contado otra vez, pero ahora
lo asocio con el día que hacía y con el sitio y el ambiente. Una de la
primeras teles que llegaron a Cangas fue la del bar Alondras (tuvo que ser al
principio de los años 60). Mi hermana y sus amigas decidieron ir a verla por
primera vez y yo con ellas. Era la primera vez que iba a ver la televisión en
mi vida, era Semana Santa, tal vez era domingo, una de esas tardes en las que
el ocaso solar dura un montón, el caso es que era por la tarde y había mucha
luz todavía, recuerdo que me senté pegado a la pared, entrando a la derecha,
había mucha gente, y enfrente en alto estaba la tele (no sé si pedí una
gaseosa) ¿Qué fue lo primero que vi? ¡Una procesión de Semana Santa! No me
resultaba muy grato, la primera impresión fue algo lúgubre, no me esperaba
aquello en aquel día tan luminoso. Empezaba mal. ¡Tanta ilusión para aquella
decepción! Salí con ganas de no volver a verla.
Primeros
satélites
Ahora que celebran los 50 años del viaje
de Gagarin, recuerdo que mi tío Antonio y Avelino Boullosa hacían seguimiento
en Cangas de los primeros satélites que empezaron a lanzar los rusos y los
americanos. También estaba la perra de Adolfo, el de la Cantina, que se llamaba
Layca, supongo que en honor a su homónima viajera. Desde la Alameda de Massó,
en las noches oscuras, veíamos pasar satélites acostados sobre las entradas del
aljibe. Eran puntos luminosos que semejaban estrellas pero con la diferencia de
que éstos se movían con mucha velocidad. Era entre los años sesenta y setenta.
Ahora, cuando se puede ver un cielo estrellado, no es raro ver esos movimientos
de satélites, por aquel entonces, estaba la carrera espacial en todo su auge.
Mirando las
estrellas
Por la noche había suficiente oscuridad
como para que se pudieran ver las estrellas en las noches despejadas. Nos
echábamos sobre los depósitos de la Alameda, boca arriba, y mirábamos todo
aquel firmamento. Lo que distinguíamos bien era la Vía Láctea, del resto no
estaba la cosa muy estudiada. Recuerdo que en un momento dado se empezaron a
ver estrellitas luminosas que recorrían el cielo a bastante velocidad,
satélites artificiales posiblemente, porque de aquella no había tanta aviación
comercial como ahora y porque la velocidad era considerable. Tal vez, la mejor
época para estas observaciones era en otoño aunque el tiempo no acompañara para
estar al relente.
Tuvo que ser a finales de los 50, porque
yo era muy pequeño, cuando apareció un cometa por encima de San Roque, visto
desde Salgueirón. Lo recuerdo con la imagen típica de los cometas con una
estrella y una cola, tal como el del portal de Belén. Al anochecer estaba
siempre allí situado, lo veía desde la ventana de atrás de mi casa antes de
irme a dormir, y duró bastante tiempo. Para mí se convirtió en un paradigma de
imagen de cometa que después no he vuelto a ver, porque los cometas de todos
estos últimos años tenían otra forma, eran redondeados y semejaban un
proyectil.
Viajes de Colón
y de Armstrong
Me quedó presente un debate en la entrada
de la Alameda Pequeña con Fina, Estrella y Juan, el de Ribadavia (y tal vez
alguien más), sobre qué había sido más meritorio si el descubrimiento de
América o la llegada del hombre a la Luna. Me quedé solo en la defensa del
viaje lunar frente a la otra tesis que consideraba que Colón había tenido pocos
medios mientras que Armstrong y sus compañeros iban con todo programado. Hoy en
día sigo manteniendo que el viaje a la Luna requería un esfuerzo mayor por
parte de la humanidad y, aunque fuera todo muy estudiado y con el objetivo a la
vista, implicaba enfrentarse a un riesgo grande, mientras que lo de Colón era
más una aventura como otras tantas que se habían ya protagonizado por muchos
otros exploradores (contando con que el Almirante tenía también su preparación
técnica de lo que iba a hacer). De todas formas ambos momentos son grandes
hitos de la humanidad.
Un avión Saeta
sobrevolando Salgueirón
Adolfo, el de la Cantina, tenía un hijo
piloto -- así lo recuerdo--, que sobrevolaba Salgueirón en un avión militar
Saeta. Hacía varias pasadas sobre la Cantina y después se iba. Ésto ocurrió
varias veces. La primera vez sorprendió pero, después, ya era algo normal. No
sé desde dónde venía, tal vez desde Vigo. También recuerdo que una vez vino un
portaaviones americano a Vigo y unos cuantos aviones hicieron vuelos rasantes
por encima de Salgueirón. Tanto ruido hicieron al volar tan bajo que al pasar
encima de mí, me caí hacia atrás del susto.
El Santa María
El Santa María era uno de los
trasatlánticos que venía regularmente a Vigo, tenía bandera portuguesa y era de
color blanco con chimenea amarilla. Hubo un año en el que se armó un gran
revuelo, unos piratas habían secuestrado el trasatlántico por motivaciones
políticas más que económicas. Al frente estaba Galvao, un personaje desconocido
hasta entonces y, para los niños que éramos en aquella época, se nos escapaba
la motivación última de semejante acción. El incidente se resolvió al poco
tiempo y resultó extraño volver a ver aquella silueta blanca entrar por la ría
con destino al puerto de Vigo.
La votación de
1967
Recuerdo la votación del 67 como algo
insólito. Después me enteré que se votaba la Ley Orgánica del Estado, la
sucesión del régimen y el primer paso para la monarquía. Recuerdo que la urna
estaba en la escuela de Balea, al lado de Simón, y que iban los trabajadores de
la Fábrica a votar y recibían un justificante de haber votado. En el ambiente
ya se daba por supuesto cuál iba a ser el resultado final, aunque decían que
había habido algún voto en contra.
Los Brincos, Los
Bravos, Fórmula V,...
El tocadiscos de Estrella y Fina nos trajo
el sonido de los discos singles de la época y nos convertimos en la generación
ye-ye, nos apuntábamos a tal o cual grupo como incipientes fans como
aficionados de un equipo, y bailábamos con los nuevos ritmos modernos. A mí me
gustaban preferentemente Los Brincos sin ningún motivo aparente, tal vez porque
tenían un estilo más nacional, y también Los Pekenikes. De fuera me gustaban
Los Beatles. Veníamos de las rancheras y los pasodobles que escuchábamos por la
radio, sonaba Antonio Machín entre otros, y aquella nueva música conectaba más
con la juventud.
La canción más
antigua...
La canción más antigua que recuerdo puede
ser que sea "Marina", aunque también está entre las primeras la de
"Lavanderas de Portugal". Supongo que las habría oído a través de la
radio, ya que era la única fuente de audio que había a comienzos de los
sesenta, más improbable era que se la oyese cantar a alguien porque no recuerdo
que la gente cantase mucho. Luego se pusieron de moda las canciones
sudamericanas y, particularmente, las rancheras. Había la costumbre de pedir al
programa, supongo que por carta, que dedicasen tal o cual canción a unas chicas
o una novia o amigas, era la modalidad de canciones con dedicatoria que supongo
que oirían los que estaban implicados. Las de Jorge Negrete, Antonio Machín o
Los Tres Sudamericanos, estaban entre las solicitadas. En las fiestas del
pueblo, las orquestas reproducían, también, las canciones sudamericanas,
intercaladas con los famosos pasodobles españoles, pero luego empezaron los
yeyés y ya fue otra cosa.
Capítulo XII
La Fábrica
se viene abajo
A finales de los ochenta la
empresa empieza a tener problemas, es
una empresa muy grande por su carácter de autosuficiencia y los costes y los
salarios empiezan a subir. Por otro lado hay un aumento de la importancia de
los congelados en detrimento de las conservas de lata. En esos años hay
esfuerzos en la factoría por adaptarse a los nuevos tiempos. Se moderniza la
gestión con un departamento de informática, se trae un Univac a las oficinas y
se informatiza la administración. Aparecen nuevos productos como las sopas de
sobre. En la que era la fábrica de redes se sella cerrando todo el exterior
convirtiéndola en una nave de frio. Sin embargo todo esto no es suficiente para
parar lo que se avecina.
En 1991 fallece Gaspar Massó y
son varias las familias de primos las que quedan al frente de la empresa con la
consiguiente fragmentación de intereses que son difíciles de conciliar. Los
últimos años son de creciente conflictividad con los trabajadores, pues estos
ven que la empresa va perdiendo viabilidad y peligran sus puestos de trabajo. Aún
con la Fábrica parada en la producción, los trabajadores deciden ir a sus
puestos de trabajo sin tener nada que hacer, con la esperanza de consolidar
derechos para ser indemnizados. Se busca que alguien se responsabilice de ellos.
Desparecen stocks de conservas porque ya no se pueden controlar los almacenes.
Hay secuestros de los directivos y encierros. Manifestaciones y cargas
policiales en Santiago de Compostela. A principios de los noventa la Xunta
acaba por hacerse cargo de la empresa con un aval para la compra de la misma y
un plan de viabilidad, pero no funciona y la lleva a su cierre definitivo. Los elevados
costes de mantenimiento, la incapacidad de reducir plantilla y la falta de
ideas de actualización empresarial llevan al punto final.
Curiosamente a la vez que
desaparece Massó Hermanos surge al lado, a la altura de la antigua fábrica de
Cervera la empresa Frigoríficos del Morrazo,
dedicada a los congelados de pescado, un nuevo paso empresarial en la
comercialización del pescado. Tal vez fuese el camino que debería haber
emprendido Massó para poder sobrevivir.
Después de más de veinte años
todo el complejo de Massó de Cangas sigue sin encontrar una solución
definitiva. La Fábrica se ha ido deteriorando hasta que al final el
Ayuntamiento decidió cerrar todos los ventanales con placas metálicas y ha ido
construyendo un paseo marítimo hasta la Ballenera. Sigue pendiente el uso que se
puede dar a la zona y a las antiguas instalaciones. Las casas se han mantenido
con sus propietarios, han conservado en parte el estilo que tenían con las
nuevas remodelaciones. Queda por definir qué hacer con el complejo de la
Ballenera, con la Laguna, con el Campo de Futbol, con el campo de Redes, con el
Hotel, con la Casa y Jardines de Don Paco, con la Cantina, con la Guardería y con
los muelles y playas como la del Varadero o la de la Conchiña.
POST DEL
BLOG
Un centro de
cálculo en la Fábrica
En lo últimos años de vida de la Fábrica
se hicieron esfuerzos por modernizarla, entre otras cosas se creó un centro de
cálculo que, según recuerdo, se puso en marcha con un ordenador IBM (¿360 ó
370?). Esto fue a principios de los setenta lo cual indica lo avanzada que fue
la medida. Vino un asturiano de Pola de Siero a trabajar en el centro de
cálculo que casualmente era conocido de mis padres. No sé cómo pero yo tenía
una de aquellas tarjetas perforadas que se usaban en el ordenador, tenía un
tamaño bastante reducido comparado con el de los tarjetones habituales y eso ya
me parecía un avance. ¡Pero la informática tampoco salvó a Massó!
Sueño con mi
casa
Sobre 1974 calculo que fue cuando mis
padres dejaron la casa de Massó en la Alameda y nos fuimos a vivir a Cangas, a
la Fuente Ferreira. Pues aún es hoy el día en que por la noche me asalta el
sueño de que vuelvo a vivir a mi casa de Salgueirón. En el sueño vive otra
gente en esa casa pero yo me cuelo aprovechando unas posibles vacaciones de los
moradores. Las escenas transcurren en el salón de entrada y como mucho en el
comedor y en la cocina. Suele salir también el cuartito de atrás que hacía de
almacén de cosas de casa. Creo que también salen las escaleras. Me siento a
gusto a pesar de que estoy de medio intruso, lo cual no deja de sorprenderme.
Ya me gustaría que hubiéramos conservado la casa, pero no pudo ser, sólo me
queda visitarla en sueños, con la Alameda intacta, cosa que ya no existe, y tal
vez esto es una de las ventajas de soñar. Algún día encontraré la razón de este
sueño, y ya veremos qué pasa, lo digo porque curiosamente ciertos sueños que he
tenido en alguna época de mí vida han tenido luego una explicación, fueron como
adelantos de mí futuro, porque como en la vida en vigilia las cosas ocurren por
algo que luego necesitamos, también en la vida onírica debe de pasar algo
parecido.
La otra noche
soñé
Soñé que estaban restaurando los
alrededores de la Fábrica. Había un nuevo lavadero que ahora dedicaban a
expositor de artesanía (¿?), había de nuevo otra Guardería y la Carpintería la
estaban restaurando. Yo me decía: "Si no dejaran esto abandonado tanto
tiempo no tendrían que gastar tanto en arreglarlo". ¡Volvían a poner lo
que había!; la mente que juega estas malas pasadas. ¡Un lavadero dedicado a la
artesanía! ¡Qué cosas! El Lavadero lo utilizábamos los niños para correr por
encima de los pilones jugando a la pita. Con el tiempo se fue ensuciando y ya
no entrábamos. Lo que sí hacíamos era jugar en los árboles que había entre las
dos escaleras y por el pasillo intermedio. Tenían un olor raro aquellas hojas
pero se subía fácilmente por las ramas.
Los de
Salgueirón
Estuve en Cangas estos días y me encontré
con gente que vivía en Salgueirón en los años 60. Estuve con Quino el hermano
de José, con Gloria la hija de Rafaela, con Jose Antonio Perales, con Pepe el
de Balea (me hablaba de Don Armindo), aparte de la gente de la pandilla, y
saludé de lejos a alguno otro más (Mauro, Guillermo,..). Hay una nostalgia en
todos nosotros de aquellos años, en parte por aquello de que los recuerdos
siempre son positivos pero también hay una experiencia positiva de la vida en
aquel entorno.
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