El Campiño era el resto que había quedado de la cantera que había enfrente de las casas de Carlos y del practicante. De pequeños lo usábamos mucho los niños para jugar al bandidiño. Luego empezamos a recorrer la parte que quedaba por encima de la casa de D. Paco, que tenía unos enormes aloes en los que nos metíamos literalmente para escondernos y también estaba la famosa mina de agua, con murciélagos y todo. En el Campiño cogíamos grillos que luego guardábamos en cajas en casa y que alimentábamos con serradela. Para su captura había que usar una paja y hacerles cosquillas en el agujero o inundarles el mismo para que salieran - para ello solíamos mearles. El Campiño lo barríamos, es decir, estábamos tirados por el suelo todo el tiempo. La sensación que tengo es de estar en el suelo jugando al bandidiño o cogiendo grillos o entrando en los aloes por debajo. Y más pegados a la tierra no podíamos estar que hasta nos metíamos dentro de ella, en la mina de agua, como si fuésemos grillos humanos.
NOTA: El bandidiño era un juego de dos grupos en el que uno se escondía y el otro lo tenía que descubrir acercándose y, también, ocultándose en el terreno. Había que descubrir antes que ser descubierto. Cuando un chico de una de las partes descubría a otro decía "bandidiño", antes de que éste se lo dijera a él, quedando eliminado el descubierto en primer lugar. La palabra significaba en el juego eso: "descubierto". Los eliminados de ambas partes se iban saliendo del terreno de juego. Ganaba el grupo que eliminaba a todos los del otro grupo.
Descubrir o sacar afuera la vida es en parte una metáfora de nosotros mismos, muchas veces esperamos encontrarnos con las personas fuera de lo que les oculta, fuera de la cueva, en la luz, en donde lo negro es un elemento visible y no de ocultación. Esa parte viva de la persona viene a ser su propia esencia.
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