Fernando:
Haciendo los preparativos para Navidad, fuimos de excursión hasta Herbello, a las faldas del Monte Castelo, porque a tu madre le dijeron que había un bosque de muérdago, muy grande. Recuerdo que también venia tu hermana y Rafaela.
Bajábamos la cuesta de Darbo,jugando a darnos pequeños empujones, a salirse del asfalto. Al legar a la altura de donde hoy está el pabellón de deportes del Gatañal, mi empujón fue un poco más fuerte y desapareciste por la cuneta, cual se te hubiera tragado la tierra.
-Pacucho, Pacucho...Era casi de noche y se veía muy poco.
-Estoy bien, pero muy mojado
Te habías caído a un riachuelo que aún hoy (pero con menos agua) pasa por allí.
Vaya bronca. Primero tu madre y después la mía.
La alameda nos reconcilio.
Pacucho:
Me ibas contando un chiste de unos marineros en un bote y en uno de esos empujones perdí el equilibrio porque la carretera tenía zarzas que ocultaban que hubiese tierra firme. Lo que había debajo era el riachuelo con bastante agua. Yo me vi en medio del agua y me incorporé sin más. Subí a la carretera y vi que mi madre estaba más asustada que yo. Tanto es así que paró un coche que pasaba y me llevó corriendo para casa y me metió en cama.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
Aprender a andar en bicicleta
Era curioso que había bicicletas de hombre con barra y de mujer sin ella. Tengo conciencia de conseguir andar unos metros manteniendo el equilibrio por primera vez en la Alameda, entre los árboles del paseo, a pesar de las raíces que sobresalían y dificultaban la proeza. Algunos intentos habían acabado en medio de los mirtos de los jardines. Creo recordar que aprendí con una bicicleta de mi hermana. Como anécdota recuerdo que llevaba el hielo de la fábrica en una tina atada al sillín.
Las Bicicletas
La cuesta que bajaba desde la alameda hasta el garaje, era la pista donde aprendimos a andar en bici. Nos dejabamos ir cuesta abajo. Al principio a duras penas manteniamos el equilibrio. A veces algún padre o uno de nosotros, venia detras ayudandonos (no habia ruedines). Lo dificil era subir, encima de la bicicleta y mantenerse los primeros metros.
Una vez que aprendias, te dejabas ir cuesta abajo y al llegar al redondel , vuelta para arriba.
Casi todos teniamos bicicleta, era una de nuestra diversiones preferidas, tambien una constante fuente de disputas, sobre todo entre hermanos. Habia de dos clases de bicis, la de barra, de hombres y la nuestra, como la de casi todos, de mujer, sin barra, con portaequipajes, y unas mallas de colorines a ambos lados de la rueda de atrás. La de Merche era roja, la de Estrella y Finita azul, la de Marisa Rama creo que verde.
Cuando aprobé tercero de bachiller mi padre me regalo una de carreras, una Zeus, dorada. Al año siguiente a Pacucho le regalarón una igual. Haciamos un montón de excursiones. Una vez recuerdo que fuimos hasta Beluso, venia Jose Mª, el hermano de Merche, al llegar a Aldán se me pincho una rueda y tuve que llegar andando hasta Massó.
Las primeras lecturas
De pequeños jugábamos con las propagandas de las películas, eran unas octavillas a todo color que los niños coleccionábamos para jugar dejándolas caer desde la pared a suelo. Esa era nuestra primera lectura, por decirlo de alguna manera. Realmente lo primero que leímos fueron aquellos chistes del Capitan Trueno, de Hazañas Bélicas y de Roberto Alcazar y Pedrín. Había chistes para niñas, pero no recuerdo los nombres. Luego vinieron los libros juveniles. Los autores que yo leía eran Emilio Salgari y a Enid Blyton, fundamentalmente. Del primero recuerdo toda la saga de aventuras de piratas asiáticos con Sandokan al frente y de la segunda, las aventuras de los cinco, con Fatty como líder de la pandilla. Los solía leer en verano que era cuando tenía tiempo.
Una caída afortunada (por Fernando)
Mi versión, es parecida. Después de comer, un día muy primaveral, mi padre como otras veces, nos pasea montados en la barra de la bici. Tú esperabas a que yo acabara, y cogiste una piedra bastante grande y la fuiste a tirar a la carretera. No la soltaste a tiempo y el peso de la piedra te arrastro. Mi padre soltó rápidamente la bicicleta, para socorrerte. Recuerdo el pañuelo blanco, todo teñido de rojo. Aunque el golpe fue grande, todo se quedo en un buen susto.
A partir de aquel día aprendimos a andar en bici.
A partir de aquel día aprendimos a andar en bici.
lunes, 24 de noviembre de 2008
La chimenea
Alta, enhiesta, rota. Hoy sigue igual. Como si por ella nunca pasara el tiempo.
Nunca tuve muy claro si su función era tan importante como lo es su altura.
Lo que sí recuerdo es la utilización que hacíamos de ella, pues era un punto de referencia:
– Vamos en bicicleta hasta la chimenea…
– A ver quién llega antes a la chimenea…
– Te espero por la chimenea …
Pero mi referencia más clara es la de un día en que Merche y yo hicimos una parada con nuestras bicis y nos pusimos a competir sobre quién sería capaz de leer la placa metálica que había en su base sin respirar; y que seguramente por la dimensión del texto, lo repetimos tantas veces, que no lo volvimos a olvidar.
Esta placa estaba dedicada a uno de los obreros que participaron en su construcción y que tuvo un accidente por querer auxiliar a un superior en peligro. El texto rezaba de la siguiente manera:
La dirección y personal de Massó Hnos S.A. al obrero albañil Manuel Fernández Otero, herido gravísimo el 4 de diciembre de 1940. Triple fractura de cráneo al pretender auxiliar con generoso impulso al gerente de esta empresa cayendo de la chimenea en construcción desde considerable altura.
Aunque parezca imposible y según me cuenta mi padre, este señor no falleció en este día fatídico, aunque se pasó el resto de su vida sin recuperar la consciencia.
Este texto, que tengo memorizado desde hace tantos años, me hizo revivir en innumerables ocasiones cómo sería la secuencia de este accidente.
La chimenea, que es vecina de la casa de mis padres, sigue estando presente en mi vida. La contemplo con la misma curiosidad de antaño: igual de vieja, igual de alta e igual de rota. La verdad es que no cambió nada.
Por todo ello, creo que es una de las construcciones que merece una mención especial por mi parte en el recuerdo de nuestras vivencias en el barrio de Salgueirón.
Marisa
– A ver quién llega antes a la chimenea…
– Te espero por la chimenea …
Pero mi referencia más clara es la de un día en que Merche y yo hicimos una parada con nuestras bicis y nos pusimos a competir sobre quién sería capaz de leer la placa metálica que había en su base sin respirar; y que seguramente por la dimensión del texto, lo repetimos tantas veces, que no lo volvimos a olvidar.
Esta placa estaba dedicada a uno de los obreros que participaron en su construcción y que tuvo un accidente por querer auxiliar a un superior en peligro. El texto rezaba de la siguiente manera:
La dirección y personal de Massó Hnos S.A. al obrero albañil Manuel Fernández Otero, herido gravísimo el 4 de diciembre de 1940. Triple fractura de cráneo al pretender auxiliar con generoso impulso al gerente de esta empresa cayendo de la chimenea en construcción desde considerable altura.
Aunque parezca imposible y según me cuenta mi padre, este señor no falleció en este día fatídico, aunque se pasó el resto de su vida sin recuperar la consciencia.
Este texto, que tengo memorizado desde hace tantos años, me hizo revivir en innumerables ocasiones cómo sería la secuencia de este accidente.
La chimenea, que es vecina de la casa de mis padres, sigue estando presente en mi vida. La contemplo con la misma curiosidad de antaño: igual de vieja, igual de alta e igual de rota. La verdad es que no cambió nada.
Por todo ello, creo que es una de las construcciones que merece una mención especial por mi parte en el recuerdo de nuestras vivencias en el barrio de Salgueirón.
Marisa
domingo, 23 de noviembre de 2008
Enid Blyton
¿Un pino o un belén para Navidad?
Al principio sólo se ponía el belén al comienzo de Navidad pero pronto llegó la moda del pino. En mí casa poníamos el pino cuando mi madre organizaba una expedición a las faldas del Castelo en busca del árbol, de musgo y de muérdago. Luego sacábamos el espumillón y las bolas de todos los años, juntábamos el belén con el pino y comenzaba la Navidad. Acababa secándose con el paso de los días y la pinocha iba cayendo entorno al belén dando ambiente. Los regalos de Reyes los encontraba al principio por el pasillo de la parte de arriba de la casa, una vez los recogí de dentro de la bañera, luego, con el pino, se ponían al lado del montaje. Una noche de Reyes llegué a oír unas campanillas y mi hermana que estaba junto a mí me dijo que eran los camellos, lo cuál me dejó convencido del tema. Recuerdo que la mañana de Reyes pasaba Fernando con los juguetes camino de la casa de los abuelos donde le ponían algo. A mi me ponían también algo en casa de mis tíos. Fue mi tía Socorro la que un día oficialmente me desveló la historia de los Reyes, aunque yo ya lo sabía, pero no me lo tomé muy bien.
Las galletas de nata de la abuela Carmen (Por Estrella)
Hablando de la navidad, nosotros poníamos el belén pero no el árbol. Eso era algo moderno, y creo que empezaron a hacerlo los de la fábrica ..... Tengo idea de que alguien en algún sitio decoraba un abeto grande en los jardines.
Nosotros no teníamos que ir a buscar musgo porque lo teníamos en el murillo que estaba frente a la entrada de casa, dentro de nuestro "jardín". En ese muro jugábamos al "quirín". No se si fue antes de que Fernando y tú os unieseis a nosotros. Del tocadiscos, yo recuerdo poner a todo trapo la canción de los Bravos "los chicos con las chicas" para que la oyera la abuela Carmen.
Mi madre no era cocinera, bastante tenía con trabajar en Massó. Creo que la nuestra era una casa distinta porque nuestra madre era trabajadora y no ama de casa. La encargada de las tareas era mi abuela. Hacía unas galletas de nata riquísimas, y también unas empanadillas muy ricas con la carne que le sobraba del cocido. Recuerdo también las lentejas y la "caldeirada dos mariñeiros". La cocina era su dominio y no nos dejaba entrar a mi hermana y a mí, Yo me sentía un poco inútil y culpable porque después de comer las otras niñas tenían que lavar la loza y limpiar la cocina (lo que Eudosia, la madre de Merche eufemísticamente llamaba "tocar el piano"). Mi abuela decía "xa vos chejará", en referencia a que ya nos llegaría el momento de tener que trabajar en la cocina, pero que mientras ella estaba, lo hacía ella.
Hace poco mi prima Pili me recordó las galletas de la abuela. Recuerdo que la mantequilla la hacía ella, guardaba la nata que se quedaba como un película al hervir la leche que traía la lechera --a veces tenía un fuerte olor a urea, y Sra. Lola decía que a veces le añadían orina a la leche (mexábanlle), para aumentar la cantidad......tenemos tenido pequeñas rebeliones a la hora del desayuno por no querer tomarlo porque sabía mal......"esta leche está mal", ellos insistían que estaba perfectamente porque no se había cortado al hervirla. Volviendo a lo de mi abuela. La nata la guardaba y todos los días la batía con un tenedor hasta que se hacía la mantequilla. Un día cuando estaba viviendo en Inglaterra le pedí la receta de las galletas de nata y me la mandó. Intenté hacerlas pero me salieron durísimas. Mi abuela sabía escribir y le gustaba mucho hacerlo. Escribía largas cartas a su familia que empezaba "querida ......espero que estéis bien de salud quedando la mía bien gracias a Dios", o "querida ..recibimos tu carta y nos alegramos que estéis todos bien. Nosotros por aquí todos bien gracias a Dios". Para una mujer que nació en 1898 de clase trabajadora, el escribir (con faltas de ortografía y sin puntos ni comas, ya era un logro.
Nosotros no teníamos que ir a buscar musgo porque lo teníamos en el murillo que estaba frente a la entrada de casa, dentro de nuestro "jardín". En ese muro jugábamos al "quirín". No se si fue antes de que Fernando y tú os unieseis a nosotros. Del tocadiscos, yo recuerdo poner a todo trapo la canción de los Bravos "los chicos con las chicas" para que la oyera la abuela Carmen.
Mi madre no era cocinera, bastante tenía con trabajar en Massó. Creo que la nuestra era una casa distinta porque nuestra madre era trabajadora y no ama de casa. La encargada de las tareas era mi abuela. Hacía unas galletas de nata riquísimas, y también unas empanadillas muy ricas con la carne que le sobraba del cocido. Recuerdo también las lentejas y la "caldeirada dos mariñeiros". La cocina era su dominio y no nos dejaba entrar a mi hermana y a mí, Yo me sentía un poco inútil y culpable porque después de comer las otras niñas tenían que lavar la loza y limpiar la cocina (lo que Eudosia, la madre de Merche eufemísticamente llamaba "tocar el piano"). Mi abuela decía "xa vos chejará", en referencia a que ya nos llegaría el momento de tener que trabajar en la cocina, pero que mientras ella estaba, lo hacía ella.
Hace poco mi prima Pili me recordó las galletas de la abuela. Recuerdo que la mantequilla la hacía ella, guardaba la nata que se quedaba como un película al hervir la leche que traía la lechera --a veces tenía un fuerte olor a urea, y Sra. Lola decía que a veces le añadían orina a la leche (mexábanlle), para aumentar la cantidad......tenemos tenido pequeñas rebeliones a la hora del desayuno por no querer tomarlo porque sabía mal......"esta leche está mal", ellos insistían que estaba perfectamente porque no se había cortado al hervirla. Volviendo a lo de mi abuela. La nata la guardaba y todos los días la batía con un tenedor hasta que se hacía la mantequilla. Un día cuando estaba viviendo en Inglaterra le pedí la receta de las galletas de nata y me la mandó. Intenté hacerlas pero me salieron durísimas. Mi abuela sabía escribir y le gustaba mucho hacerlo. Escribía largas cartas a su familia que empezaba "querida ......espero que estéis bien de salud quedando la mía bien gracias a Dios", o "querida ..recibimos tu carta y nos alegramos que estéis todos bien. Nosotros por aquí todos bien gracias a Dios". Para una mujer que nació en 1898 de clase trabajadora, el escribir (con faltas de ortografía y sin puntos ni comas, ya era un logro.
viernes, 21 de noviembre de 2008
¿Falábamos galego?
Pois non, os rapaces que viñan da Caína e de Balea a escola sí que o falaban. Sin embargo nos tíñamos palabras en galego que recollíamos do que eles falaban: pirindolas, tutelos, xestas, cancelas, queimacasas, caicovento, papaché,...., eran parte do noso vocabulario. Nas nosas casas éramos castelan-parlantes pola nosa procedencia familiar e tamén pola situación sociopolítica do momento. Non había ningún impedimento de comunicación, os rapaces que viñan falando galego, a vista dos nosos ollos, non eran nin mais nin menos. Na fábrica falábase en galego e tamén en castelán. A proba de isto é que estou escribindo coas palabras que aprendín nese momento.
miércoles, 19 de noviembre de 2008
Petirrojos
Los petirrojos eran unos pájaros pequeñitos que había en Salgueirón. Se llamaban así porque tenían el plumaje del pecho de color rojizo. Aquel coloreado, que en principio podía ser su perdición, le permitía distinguirse en medio de la hierba y, el caso es que, ¡los petirrojos hacían los nidos en medio del campo, en el suelo!. Con esa estrategia resultaba milagroso que subsistieran porque había un montón de animales en la zona que podían saquearle los nidos, desde gatos hasta culebras. El caso es que eran vistosos y acompañaban mucho porque se les veía revolotear entorno a la zona por donde estaban nidificando.
¿Por qué me quedó este recuerdo? El petirrojo fue un pajarillo que empezó a hacerse notar en un momento dado, antes no proliferaba mucho, algunos hicieron nidos en mi huerta y, para mí, era una oportunidad de acercarme a los secretos de la naturaleza.
¿Por qué me quedó este recuerdo? El petirrojo fue un pajarillo que empezó a hacerse notar en un momento dado, antes no proliferaba mucho, algunos hicieron nidos en mi huerta y, para mí, era una oportunidad de acercarme a los secretos de la naturaleza.
martes, 18 de noviembre de 2008
Los Brincos, Los Bravos, Fórmula V,...
El tocadiscos de Estrella y Fina nos trajo el sonido de los discos singles de la época y nos convertimos en la generación ye-ye, nos apuntábamos a tal o cual grupo como incipientes fans como aficionados de un equipo, y bailábamos con los nuevos ritmos modernos. A mi me gustaban preferentemente Los Brincos sin ningún motivo aparente, tal vez porque tenían un estilo más nacional, y también Los Pekenikes. De fuera me gustaban Los Beatles. Veníamos de las rancheras y los pasodobles que escuchábamos por la radio, sonaba Antonio Machín entre otros, y aquella nueva música conectaba más con la juventud.
lunes, 17 de noviembre de 2008
Los albañiles de la fábrica
Los albañiles de la fábrica venían de año en año a hacer un mantenimiento de la casa, la pintaban por fuera, pintaban las habitaciones más de vez en cuando, hacían arreglos en las ventanas y cosas así. En el balcón de la casa había un desconchado en el techo que mostraba las tiras de madera con que se había construido y que reparaban con ayuda de la cal. Tengo noción de verlos por primera vez trayendo unos polvos grises, el llamado cemento, para construir el lavadero con ladrillos. Tal vez fuese una época en la que se pasó en la construcción del uso de la cal al del cemento.
domingo, 16 de noviembre de 2008
Los gallos de Simón
De pequeño acompañaba a veces a mi padre al bar de Simón cuando iba a tomar chiquitas. También iba a buscarle el vino para la hora de comer. Recuerdo que era un lugar pequeño y creo que tenía el suelo de tierra, el caso es que entraban y salían las gallinas y los gallos que andaban sueltos por allí. Una vez que tuve que ir a por el vino, tuve un percance con uno de los gallos que me quiso picar y me tocó salir corriendo del bar. Por aquel entonces, mi padre me empezó a mandar a buscar el vino a la cantina de Massó y con ello resolví la amenaza de ser atacado por la avicultura, cosa que agradecí enormemente.
¿Por qué me acuerdo de ésto? Tengo especial recuerdo del gallo bravo saliendo detrás de mí para picarme. Era una situación de indefensión porque no podía hacerle frente. Tal vez sea éste término, la defensa, lo que me resulta importante.
¿Por qué me acuerdo de ésto? Tengo especial recuerdo del gallo bravo saliendo detrás de mí para picarme. Era una situación de indefensión porque no podía hacerle frente. Tal vez sea éste término, la defensa, lo que me resulta importante.
Una caída afortunada
De pequeño tenía muy presente aquello del Ángel de la Guarda y no era para menos porque tenía accidentes de vez en cuando. Uno de los que recuerdo más vivamente fue el del día en que a los pintores que había en mi casa dejaron el cubo de pintura en una estantería que había en la pared, esta cedió, y se me cayó todo el cubo encima de mí, dejándome de color verde de arriba a abajo cual duendecillo. Pero uno de lo accidentes más graves lo tuve el día que estaba sentado viendo como Fernando y su padre daban vueltas en bicicleta en la Alameda, de repente, no se porqué, me apoyé hacia atrás pensando que había malla metálica y resultó que estaba en el lado de la carretera donde no lo había. El resultado es que caí hacia atrás de cabeza sin nada que me parara y me di con la cabeza en el bordillo, haciéndome una "conacha" que me dejó un bonito recuerdo del golpe. Puedo decir aquello de que de pequeño me caí de...una alameda.
viernes, 14 de noviembre de 2008
Chuchameles y otros sabores silvestres
En primavera surgían los chuchameles por todos lados, aquellas florecillas amarillas destacaban en medio del verdor de la hierba. Los niños las cogíamos y masticábamos los tallos por el sabor agrio que producían. No es que lo hiciésemos mucho porque el sabor podía cansar pero sí de vez en cuando chupábamos algún chuchamel. También cogíamos moras en las silveiras para comer tal cual o bien para mezclarlas con azúcar. Había una técnica que consistía en usar una caña, llenarla de moras y, por un agujero lateral, chupábamos el jugo que se obtenía al apretarlas dentro de la caña. Las moras eran mas dulces y se comían en cuanto maduraban. Había unas flores en forma de campanilla en unos árboles, de cuyo nombre no me acuerdo, que también servían para chupar y sabían dulzonas. Cuando empezaron a plantar la flor de la pasión aprendimos a sacar el dulzor que guardaban dentro. También había fresas salvajes, pequeñitas, que crecían por el eucaliptal y por el campo de redes. Por San Roque había arbustos que daban morotes, unos frutos redondos que cuando maduraban pasaban del amarillo al naranja. Bueno, se puede decir que competíamos con las abejas para libar el dulzor de los frutos y las flores silvestres.
foto de Benito Juncal de un campo de chuchameles
¿Por qué guardo este recuerdo? El verde y el amarillo de la planta eran realmente llamativos pero me llamaba más el tallo jugoso. El líquido de aquel tallo con su sabor entre ácido y agrio era lo que me llamaba la atención, no era el jugo de una fruta era el del tallo, o sea la sabia.
foto de Benito Juncal de un campo de chuchameles
¿Por qué guardo este recuerdo? El verde y el amarillo de la planta eran realmente llamativos pero me llamaba más el tallo jugoso. El líquido de aquel tallo con su sabor entre ácido y agrio era lo que me llamaba la atención, no era el jugo de una fruta era el del tallo, o sea la sabia.
jueves, 13 de noviembre de 2008
Camilo y José María
Camilo y José María empezaron a trabajar para el padre de Fernando en el estudio de delineación que Luís tenía montado en su casa. Primero empezó José María -que se había preparado en Vigo-, y al poco tiempo vino Camilo. Eran de la generación siguiente a la nuestra pero por delante. Por aquella época estábamos fascinados con los grupos musicales, queríamos formar un grupo, yo tocando la guitarra y Fernando la batería, pero el caso es que pronto nos desanimaron nuestras dotes musicales. Tal vez por casualidad o porque se nos veían nuestras inclinaciones, por aquel entonces, Camilo se descolgó con una propuesta provocadora: formar con él un grupo musical. Por sinceridad o por miedo no nos atrevimos a ir más allá de un ¡ya veremos!, a pesar de su gran entusiasmo.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
Los visitantes de la fábrica
Venía gente a visitar la fábrica de Massó y hacían también el recorrido hasta la Ballenera, al pasar por la zona donde estaba el molino de pescado pasaban con hojas de eucalipto en la nariz para poder soportar el olor, nosotros ya estábamos acostumbrados y nos parecía un tanto exagerada aquella actitud. Una vez estábamos pescando Fernando y yo en el muelle de Massó cuando unos visitantes se acercaron hasta allí y nos pidieron que nos dejaran hacernos unas fotos mientras pescábamos, cosa que me resultó extraña, sin embargo accedimos sin mas consideraciones. Estaremos en algún álbum de fotos bajo un título parecido a éste: Niños pescando en el muelle de la fábrica de Massó. Recuerdo que otra vez venían unos visitantes subiendo por las escaleras de la fábrica y me preguntaron por dónde se iba a Casa Simón, yo les acompañé el tramo de la alameda para indicarle el camino final hacia el restaurante, mi sorpresa fue que por ese acompañamiento me dieron una propina.
Chuco, mi compañero de pupitre
En la escuela tuve por compañero de pupitre a Chuco, que tenía un hermano mas pequeño llamado Luís que jugaba muy bien al fútbol. Hacíamos buenas migas y trabajábamos bastante las tareas que se marcaban. Teníamos buen entendimiento. Luego yo me fui a estudiar a Vigo y él se quedó en Cangas, no se qué estudios siguió, pero hubiera podido seguir estudiando porque estaba capacitado, al menos así me lo parecía a mí para lo que podía alcanzar a ver en aquellos años. Chuco y su hermano vivían en la Carretera Nueva, al lado de los terrenos que tenían los Massó con un campo de redes por aquella zona, y se daban una buena caminata para llegar hasta la escuela en el Hotel. Chuco trabaja en la Policía Local de Cangas y este verano lo vi pasando en moto por las calles de arriba del pueblo --casi no lo reconozco con el casco--, estaban sacando coches porque tenía que pasar una de las procesiones del verano que hace el recorrido interior, y me saludó con un leve gesto.
Mirando las estrellas
Por la noche había suficiente oscuridad como para que se pudieran ver las estrellas en las noches despejadas. Nos echábamos sobre los depósitos de la alameda, boca arriba, y mirábamos toda aquel firmamento. Lo que distinguíamos bien era la Vía Láctea, del resto no estaba la cosa muy estudiada. Recuerdo que en un momento dado se empezaron a ver estrellitas luminosas que recorrían el cielo a bastante velocidad, satélites artificiales posiblemente, porque de aquella no había tanta aviación comercial como ahora y porque la velocidad era considerable (*). Tal vez, la mejor época para estas observaciones era en otoño aunque el tiempo no acompañara para estar al relente.
(*) Mi tío Antonio tenía un grupo de amigos, entre ellos Avelino Boullosa, que se dedicaban a seguir los primeros satélites espaciales.
Una breve historia de los satélites artificiales
¿Por qué me quedó este recuerdo? Lo del espacio, el futuro, siempre me resultó estimulante. En este caso me quedó grabado el descubrir en el fondo negro el movimiento de la estrella como algo diferente. Era ser testigo de acontecimientos del futuro.
(*) Mi tío Antonio tenía un grupo de amigos, entre ellos Avelino Boullosa, que se dedicaban a seguir los primeros satélites espaciales.
Una breve historia de los satélites artificiales
¿Por qué me quedó este recuerdo? Lo del espacio, el futuro, siempre me resultó estimulante. En este caso me quedó grabado el descubrir en el fondo negro el movimiento de la estrella como algo diferente. Era ser testigo de acontecimientos del futuro.
lunes, 10 de noviembre de 2008
La extraña fascinación de lo vivido
Resulta extraño esto de recordar lo vivido, tiene una atracción inquietante el volver a ver aquellos momentos del pasado, en parte porque son recuerdos específicos que nos marcaron --recordamos unas cosas más que otras--, y en parte porque hay una nostalgia de lo que no volverá. Tal vez si volviésemos a aquellos momentos no nos parecerían tan valiosos o tal vez sí. Recuerdo que Rafaela decía que si tuviese que volver para atrás en el tiempo querría que fuese con la experiencia acumulada que tenía en aquel momento, volver con la mentalidad anterior no valía la pena. No cambiaba juventud por experiencia. El sentir que me provocan estos recuerdos es parecido a un vacío en el estómago o un corte con un cuchillo a la altura del estómago de una extraña dulzura. Tal vez sea la naturaleza de lo que se llama emoción.
El día que atropellaron al Roll
Alguien me avisó de que el Roll estaba tirado en la cuneta porque un coche lo había atropellado, tal vez fuera Carmiña, la tía de Fernando, quien me diera la noticia. Instintivamente fui a buscarlo, dudando de si me lo encontraría en buen estado, cogí carretera arriba y llegué a la principal y, efectivamente, allí me lo encontré tirado en la cuneta, alguien lo había arrimado para que no lo espachurraran más. Ya decía yo que aquella manía de correr detrás de los coches que había adquirido no presagiaba nada bueno -pensé. Lo cogí y me lo traje en el colo hasta mi casa. Por el trayecto estaba todo tieso, no daba señales de que se pudiese recuperar, lo notaba extrañamente quieto y me temía lo peor. Llegué al pie de las escaleras que subían a mi casa con el perro en brazos cuando, de repente, el Roll se movió y dando un salto alegre se me escapó de los brazos y se puso a caminar como si tal cosa. Estaba vivito y coleando, nunca mejor dicho.
¿Por qué me quedó este recuerdo? Creía que todo estaba perdido. Tal vez la imagen más nítida que tenga es del momento en que el perro saltó de mi colo, estaba preocupado y aquello significó el alivio. Sin proponerlo la solución a los problemas llega de forma inesperada.
¿Por qué me quedó este recuerdo? Creía que todo estaba perdido. Tal vez la imagen más nítida que tenga es del momento en que el perro saltó de mi colo, estaba preocupado y aquello significó el alivio. Sin proponerlo la solución a los problemas llega de forma inesperada.
domingo, 9 de noviembre de 2008
Viajes de Colón y de Armstrong
Me quedó presente un debate en la entrada de la alameda pequeña con Fina, Estrella y Juan el de Ribadavia (y tal vez alguien mas), sobre qué había sido más meritorio si el descubrimiento de América o la llegada del hombre a la Luna. Me quedé solo en la defensa del viaje lunar frente a la otra tesis que consideraba que Colón había tenido pocos medios mientras que Armstrong y sus compañeros iban con todo programado. Hoy en día sigo manteniendo que el viaje a la Luna requería un esfuerzo mayor por parte de la humanidad y, aunque fuera todo muy estudiado y con el objetivo a la vista, implicaba enfrentarse a un riesgo grande, mientras que lo de Colón era más una aventura como otras tantas que se habían ya protagonizado por muchos otros exploradores (contando con que el almirante tenía también su preparación técnica de lo que iba a hacer). De todas formas ambos momentos son grandes hitos de la humanidad.
jueves, 6 de noviembre de 2008
Pescar en el muelle de Massó
La pesca desde el muelle era de las cosas que más nos divertían en verano. Pasábamos gran parte del tiempo intentando coger aquellos peces que veíamos en medio del agua. Lo primero que hay que decir es que había una gran abundancia de peces de varios tipos pero, fundamentalmente, en gran parte eran buracitos (panchitos) lo que se observaba a simple vista. La pesca tenía su ritual, había que empezar por buscar una caña india, comprar tanza, anzuelo, flotador, plomos y anillas, para montar las cañas de pescar. Luego había que conseguir maga de sardinas o miñocas en las mareas bajas y, por último, armarse de paciencia para coger los buracitos. Se podía pescar en la superficie o en el fondo y, en este caso, se obtenían otros pescados como las fanecas. De vez en cuando se veían bolitos, agujas, serranes, mújeles y otros especímenes. Solíamos coger unos cuantos buracitos y por la noche nos los freían nuestras madres para cenar. Los puestos de pesca eran en la punta del muelle pero, alguna vez, cuando había barcos atracados nos poníamos a pescar en las mismas bordas. Los días de nortada no se pescaba bien porque los peces se pasaban al otro lado de la escollera, es curioso como el viento frío del norte ahuyentaba a los peces, y nosotros nos poníamos sobre las rocas con el consiguiente peligro de caernos.
lunes, 3 de noviembre de 2008
Una receta de chulas de calabaza
Las calabazas que había en la huerta servían para alimentar las gallinas pero también, en menor medida, para el consumo humano. Tenían que ser calabazas de tipo "mangueta" para que sirviesen para comer. Tampoco se hacían muchas cosas, que yo supiera, con aquellas calabazas comestibles, tanto es así que yo sólo las comía en chulas. Mi madre hacía las chulas cociendo previamente la calabaza y, después de escurrirle el agua, hacia una masa juntándola con harina, huevos, azúcar y ¿pasas?. La pasta tenía que quedar mas bien densa y se freía en pequeñas cucharadas en aceite abundante, de hecho quedaban un poco aceitosas, y ya estaban listas para comer. Otro uso que les daba a las calabazas que había en la huerta de mi casa era la de jugar sentándome sobre ellas, simulando una moto o algo así, eran bastante grandes y yo debía de ser bastante pequeño.
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