Por la noche había suficiente oscuridad como para que se pudieran ver las estrellas en las noches despejadas. Nos echábamos sobre los depósitos de la alameda, boca arriba, y mirábamos toda aquel firmamento. Lo que distinguíamos bien era la Vía Láctea, del resto no estaba la cosa muy estudiada. Recuerdo que en un momento dado se empezaron a ver estrellitas luminosas que recorrían el cielo a bastante velocidad, satélites artificiales posiblemente, porque de aquella no había tanta aviación comercial como ahora y porque la velocidad era considerable (*). Tal vez, la mejor época para estas observaciones era en otoño aunque el tiempo no acompañara para estar al relente.
(*) Mi tío Antonio tenía un grupo de amigos, entre ellos Avelino Boullosa, que se dedicaban a seguir los primeros satélites espaciales.
Una breve historia de los satélites artificiales
¿Por qué me quedó este recuerdo? Lo del espacio, el futuro, siempre me resultó estimulante. En este caso me quedó grabado el descubrir en el fondo negro el movimiento de la estrella como algo diferente. Era ser testigo de acontecimientos del futuro.
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