lunes, 24 de noviembre de 2008

La chimenea



Alta, enhiesta, rota. Hoy sigue igual. Como si por ella nunca pasara el tiempo.
Nunca tuve muy claro si su función era tan importante como lo es su altura.
Lo que sí recuerdo es la utilización que hacíamos de ella, pues era un punto de referencia:
– Vamos en bicicleta hasta la chimenea…
– A ver quién llega antes a la chimenea…
– Te espero por la chimenea …

Pero mi referencia más clara es la de un día en que Merche y yo hicimos una parada con nuestras bicis y nos pusimos a competir sobre quién sería capaz de leer la placa metálica que había en su base sin respirar; y que seguramente por la dimensión del texto, lo repetimos tantas veces, que no lo volvimos a olvidar.
Esta placa estaba dedicada a uno de los obreros que participaron en su construcción y que tuvo un accidente por querer auxiliar a un superior en peligro. El texto rezaba de la siguiente manera:


La dirección y personal de Massó Hnos S.A. al obrero albañil Manuel Fernández Otero, herido gravísimo el 4 de diciembre de 1940. Triple fractura de cráneo al pretender auxiliar con generoso impulso al gerente de esta empresa cayendo de la chimenea en construcción desde considerable altura.


Aunque parezca imposible y según me cuenta mi padre, este señor no falleció en este día fatídico, aunque se pasó el resto de su vida sin recuperar la consciencia.
Este texto, que tengo memorizado desde hace tantos años, me hizo revivir en innumerables ocasiones cómo sería la secuencia de este accidente.
La chimenea, que es vecina de la casa de mis padres, sigue estando presente en mi vida. La contemplo con la misma curiosidad de antaño: igual de vieja, igual de alta e igual de rota. La verdad es que no cambió nada.
Por todo ello, creo que es una de las construcciones que merece una mención especial por mi parte en el recuerdo de nuestras vivencias en el barrio de Salgueirón.
Marisa

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