domingo, 16 de noviembre de 2008

Una caída afortunada

De pequeño tenía muy presente aquello del Ángel de la Guarda y no era para menos porque tenía accidentes de vez en cuando. Uno de los que recuerdo más vivamente fue el del día en que a los pintores que había en mi casa dejaron el cubo de pintura en una estantería que había en la pared, esta cedió, y se me cayó todo el cubo encima de mí, dejándome de color verde de arriba a abajo cual duendecillo. Pero uno de lo accidentes más graves lo tuve el día que estaba sentado viendo como Fernando y su padre daban vueltas en bicicleta en la Alameda, de repente, no se porqué, me apoyé hacia atrás pensando que había malla metálica y resultó que estaba en el lado de la carretera donde no lo había. El resultado es que caí hacia atrás de cabeza sin nada que me parara y me di con la cabeza en el bordillo, haciéndome una "conacha" que me dejó un bonito recuerdo del golpe. Puedo decir aquello de que de pequeño me caí de...una alameda.

1 comentario:

fernando dijo...

Mi versión, es parecida. Despues de comer, un dia muy primaveral, mi padre como otras veces, nos pasea montados en la barra de la bici. Tu esperabas a que yo acabara, y cogiste una piedra de bastante grande y la fuiste a tirar a la carretera. No la soltaste a tiempo y el peso de la piedra te arrastro. Mi padre solto rapidamente la bicicleta, para socorrerte. Recuerdo el pañuelo blanco, todo teñido de rojo. Aunque el golpe fue grande, todo se quedo en un buen susto.
A partir de aquel dia aprendimos a andar en bici.