miércoles, 26 de noviembre de 2008

Una caída afortunada (por Fernando)

Mi versión, es parecida. Después de comer, un día muy primaveral, mi padre como otras veces, nos pasea montados en la barra de la bici. Tú esperabas a que yo acabara, y cogiste una piedra bastante grande y la fuiste a tirar a la carretera. No la soltaste a tiempo y el peso de la piedra te arrastro. Mi padre soltó rápidamente la bicicleta, para socorrerte. Recuerdo el pañuelo blanco, todo teñido de rojo. Aunque el golpe fue grande, todo se quedo en un buen susto.
A partir de aquel día aprendimos a andar en bici.

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