martes, 30 de diciembre de 2008

La máquina de coser SINGER

En mi casa había una máquina de coser que todavía se conserva de la marca Singer que hacía un característico taca-taca al coser (ahora recuerdo que Jaime, el padre de Tana, tenía un comercio en el que vendía las máquinas de coser). Las madres de aquellos años tenían que hacer la ropa, bordar alguna sábana o arreglar de un año para otro algún pantalón y algún vestido. En la de mi casa había un problema con la correa de transmisión que siempre se salía por estar algo floja. Yo tengo una especial relación con la Singer de mi casa, conservo una cicatriz en el labio de una vez que me caí al lado de la máquina de coser y mi boca fue a parar en el pedal de hierro, lo recuerdo como un golpe doloroso que me hizo sangrar bastante, aunque no se aun hoy como caí tan torpemente sobre ella.

¿Por qué me acuerdo de este suceso? Por lo aparatoso que resultó el golpe, forma parte de una serie de caídas accidentales de mi vida. Es un aprendizaje del error que tiene consecuencias inmediatas. En relación con la máquina de coser también me quedó grabado cómo mi madre hacía bordados en las sábanas, especialmente aquellos bodoques redondos que le llevaban tanto tiempo para que estuviesen perfectos. Era la dificultad del proceso, lo que facilitaba o dificultaba el mecanismo para resolver la situación, lo que me llamaba la atención.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Las conservas y otros productos

Las conserveras tenían fama de hacer unas conservas mejor que otras y había especialización en tal o cual tipo de conserva. Decían que las de Cervera eran las de más calidad en conjunto. Massó hacía fundamentalmente el bonito, las sardinas, las anchoas, los mejillones y los berberechos, con un buen nivel, aunque también había otras opciones (chandarme, zamburiñas, navajas,...). La Ballenera producía aceite y carne de ballena, que aunque se comía no se muy bien a dónde iba a parar. Con el tiempo se fueron abriendo las opciones, se empezó a producir harina de pescado, supongo que para la alimentación animal, sopas de pescado en sobre, como las de Knorr, y por último, se acondicionó la que era la fábrica anexa de redes como un gran frigorífico. Este último paso era el adecuado para reconvertir la fábrica a los grandes frigoríficos, tipo Pescanova o los del Morrazo, pero el caso es que no fue suficiente para mantener la industria en pie.

Un escape de amoniaco

Una vez hubo un escape de amoniaco en la fábrica de Massó, en la parte donde se elaboraba el hielo, y todos los trabajadores tuvieron que salir fuera de la fábrica. Recuerdo que yo estaba por "el carro" (estaba bañándome) y llegaba el olor hasta allí. Si no me equivoco tengo noción de ver venir los bomberos de Vigo o de Pontevedra y todo. Decían que había habido personas afectadas con una cierta gravedad. Tenía que haber sido un accidente serio cuando habían evacuado a todos los trabajadores. Tal vez de este suceso saqué yo una cierta aprehensión a bajar a las cámaras del hielo cuando me mandaban en verano a por los bloques para la nevera.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Fabricando juguetes

Los niños de aquella época fabricábamos juguetes para nuestro entretenimiento. Personalizábamos las chapas rellenándolas de mondas de naranja para jugar ese juego, hacíamos arcos y flechas para disparar a todo tipo de árbol y de animal, y hacíamos pistolas de madera para jugar a los vaqueros o a los policías. Las espadas de madera no era muy habitual que las hiciéramos. Yo hacía cuchillos de madera pequeños y también llegué a fabricar una ballesta. En el muelle cogíamos corchos de aislamiento y fabricábamos veleros con los que hacer regatas, perdiéndose muchos entre las rocas o en la ría. También hacíamos tirabolas con los neumáticos de los coches, un cuero de un zapato y una gaya de una rama. Otro de los juguetes que fabricábamos eran los tutelos con las cañas indias, contábamos como proyectiles con unas bolitas que daban las enredaderas que había en los jardines. Para la pesca hacíamos nuestras cañas con anillas y todo, y para los ganapanes usábamos aros de calderos y restos de redes de los barcos o de la fábrica de Massó. Cuando empezamos a patinar Fernando y yo nos hicimos unos palos de hockey para jugar a ese juego. Y un día que nevó en Cangas, fuimos a San Roque a deslizarnos con tablas improvisadas como trineos. Había imaginación, ¿no?

viernes, 19 de diciembre de 2008

Perros y gatos

De pequeño recuerdo que había un gato en mi casa que se llamaba el Mikey que se murió al poco tiempo de viejo, después vino el Roll. Los gatos, en general, andaban libres de dueño por las huertas. Además del Roll había otros perros en la zona, la Laika era una perra que me parece que era del Adolfo el de la cantina (tengo una vaga idea) y debía de ser la madre del Roll. Carlos, que era cazador, tuvo dos perros pointers, el Willbe y anteriormente una perra de cuyo nombre no me acuerdo. La perra una vez tuvo cachorros y los enterraron, la forma de deshacerse de camadas de perros y gatos era ésta o tirándolos en sacos al mar. El Willbe aullaba cuando sonaba la sirena de Massó por las mañanas, tal era la coordinación entre can y sirena que cuando empezó lo del cambio horario el perro ladraba por la hora antigua y la sirena tocaba una hora después. El Prácticante tenía un perro lobo, el Sider, que se lanzaba contra la alambrada ladrando cuando alguien pasaba por delante de su casa y uno, con el susto en el cuerpo, se quedaba pensando que pasaría si algún día cedía aquella malla. El boxeador (¿?) también era cazador y tenía perros. Por la casa de Pazos creo recordar que también había perros que estaban encerrados, al menos en casa del portugués había uno, si no me falla la memoria.

lunes, 15 de diciembre de 2008

El muelle de la Ballenera

El muelle de la Ballenera siempre estaba roto. Si algún año lo arreglaban al invierno siguiente venía un temporal que acababa por volverlo a romper. En realidad hacía más de escollera que de otra cosa porque los balleneros acababan atracando en el de la fábrica, dejaban los cachalotes fondeados al abrigo de dicho muelle y se iban para el de la fábrica. Los temporales de invierno eran fuertes hasta el punto de que cambiaban la fisonomía de las playas como pasaba en Areamilla, se cubrían de arena algunas rocas y aparecía otras que estaban ocultas.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Marisquear

En verano hacíamos ganapanes para coger camarones en las charcas. Teníamos que saber cuando era marea baja porque era el mejor momento para buscar entre las covachas donde pillar alguno. También escarbábamos en la arena y cogíamos algunas almejas tipo chirla y berberechos. Los mejillones no los solíamos coger por temor a la toxina. Tampoco cogíamos lapas porque eran muy duras. Lo que si llevábamos eran caramujos, los buscábamos que fueran gorditos para que tuvieran comida. Había erizos, pero en aquella época no se comían. Todos estos mariscos los comíamos como un entretenimiento y había en abundancia, ahora me parece que ya escasea más.

Regalos de Reyes

Los regalos típicos de los niños en Reyes eran la pistola y el arco con flechas (influencia de las películas de vaqueros). Un año me regalaron un arco con flechas --se mojaba la ventosa y se intentaba lanzar y pegar en algo que no rompiese--, y lo primero que hice esa mañana fue salir a la alameda a jugar con mi recién regalado arco de flechas para poder disparar libremente. Bajé las escaleras de mi casa todo contento pero, al llegar abajo, me encontré una flecha en el suelo que encajaba perfectamente con el juego de flechas que yo tenía. Concluí que los Reyes Magos eran un poco descuidados porque perdían parte de los juguetes cuando iban a entregarlos a las casas, en este caso me había tocado a mí. Aquello no me gustó.

sábado, 13 de diciembre de 2008

La fábrica de Massó por dentro

Estoy apoyado en la barandilla de espaldas a las oficinas, en el piso superior, mirando la fábrica por dentro, un enorme espacio para mis ojos, con actividad de trabajo. Unas filas largas de mujeres vestidas de blanco, con pañuelo en la cabeza, cogen el bonito o las sardinas de las parrillas que transportan unas cintas en un recorrido continuo, unas vez llenadas las latas las vuelven a la cinta. Al final del proceso están las calderas, o autoclaves, donde previo al añadido de aceite se deben de cerrar automáticamente. Hay filas paralelas para cuando haya mucho trabajo pero lo habitual es que sólo este funcionando la fila de la derecha. A la izquierda, cerca de la entrada de la torre han puesto unos pilones de agua dónde tienen el pescado a lavar o a la espera de que se vaya avanzando el género. En la parte superior, a la derecha están las oficinas técnicas y los talleres mecánicos donde se hacen las latas. Este nivel superior acaba al fondo al nivel de la calle, por el Garaje, por encima de la chimenea. Debajo de mí está la entrada, a veces entran los camiones dentro de la fábrica, por la entrada principal, a cargar las cajas de latas de conserva. A la derecha de la entrada, en la planta baja, está el taller eléctrico, con su suelo de goma. También abajo, a mi izquierda, debajo de la torre está la entrada al subterráneo donde está la producción de hielo. Huele al pescado cocido.

Aprender a andar en bicicleta (Por Estrella)

Creo recordar que la primera bicicleta de "las de arriba" fue la de Marisa, y en ella aprendimos a andar todas las demás. A mí me enseñaron por el método de dejarme ir cuesta abajo y soltarme (yo convencida de que alguien me estaba sujetando). Una vez me prestó Carlos Pintos la suya, y me fui hacia Cangas, pero al llegar a la de Tana me di cuenta de que no frenaba. La bici tenía el piñón fijo y por mas que me esforzaba seguían moviéndose los pedales. Al final tuve que "tirarme" y acabé con algunos rasguños en las piernas, pero la otra opción habría sido llegar hasta Cangas a "cien por hora". Estoy convencida de que tomé la decisión adecuada
Todavía conservo mi bicicleta "orbea". Era de color azul. Iain me la arregló, le puso marchas y la pintó de blanco y verde. pero sigue siendo igual de pesada. Recuerdo que mi tío Jose la usaba para ir a Vilariño cuando venía de vacaciones desde Nueva York. El tenía 74 cuando yo me casé y todavía ese año lo hizo.

sábado, 6 de diciembre de 2008

EL PATIO DE ENTRADA

Todas nuestras viviendas tenían algo en común: un balcón o patio en su entrada. Esto nos proporcionaba un sitio ideal para reunirnos. En él pasábamos bastante tiempo, unas veces decidiendo lo que íbamos a hacer o simplemente descansar a la vuelta de algún sitio.
De todos ellos tengo alguna imagen grabada:

- De la entrada de Pili Valladares tengo el recuerdo de estar comiendo caramujos y también camarones que cogíamos en la playa y que Carmiña nos cocía después.
- De la casa de Estrella y Fina me viene la imagen de las clases que Filo daba a las chicas cuando salían de trabajar en la fábrica. Parece que la estoy escuchando cuando les dictaba y les pronunciaba la “v” fricativa para distinguirla de la “b” oclusiva. Es digna de mención esta vocación altruista en favor de la cultura .
- De la casa de Merche recuerdo las horas de sobremesa sentados al sol en las escaleras con Sabino , Dosia ( así la llamé siempre) , Migue ( como le llamaban en casa) y José María ; pero sobre todo, la imagen del jardín de Cinias, todas parecidas y diferentes a la vez. Muchas veces buscábamos la más bonita, algo complicado dada la cantidad y variedad.
- Recuerdo pasar tardes enteras sentada en las escaleras de señora Lola cuando venían los de Ribadavia con todas sus novedades.

EL DÍA DE REYES

De las muchas añoranzas que de nuestra niñez tengo, es quizá la del Día de Reyes la más recordada, puesto que cada año por esas fechas, vuelven los recuerdos de cómo lo vivimos en nuestra época.
Con frecuencia coincidíamos a la hora de pedir los juguetes: raqueta de tenis, diábolo o la muñeca de moda; así recuerdo el año de La Dulcita, aquella muñeca de goma y ojos achinados que venía dentro de un saquito. Ese año y unos días antes de Reyes, Pili Valladares me enseñó la suya, ya que sabía donde la guardaba su madre.
A Estrella, que no le gustaban las muñecas, un año le echaron un juego del FBI con pistola y esposas incluidas. (Todo un adelanto para una época en la que los juegos venían con diferenciación de género ).
Un año, en compañía de Merche y aprovechando la ausencia de mis padres, fuimos a ver los regalos que guardaban en el armario de su habitación: una caja de Juegos Reunidos Geyper para mí y un arco con flechas de ventosa para mi hermano Toño. Después de abrir las cajas y probar las flechas contra la pared, las volví a guardar; pero con tan mala suerte que rompí una barra fluorescente que había en el fondo y de la que yo desconocía su existencia. Total, mi madre se enteró; la bronca fue monumental y la zurra creo que todavía me duele hoy.
Era especialmente emotivo el momento en que salíamos a la calle para enseñar nuestros juguetes y ver los de los demás. Todos o casi todos con ropa de estreno, ya que era una costumbre inherente al Día de Reyes.

COLECCIÓN DE FOTOS DE CARNÉ

Supongo que a todos nosotros en algún momento se nos ocurrió coleccionar algo. No recuerdo exactamente cuándo fue mi momento pero empecé a pedir fotos de carné a gente de mi entorno. Hoy todavía las guardo en una cajita de cartón , son más de cincuenta. De todas ellas, sólo seis son de la pandilla de Salgueirón . Es curioso que a pesar de ser unas simples fotos, me traigan recuerdos cada una de ellas:

- La de Pacucho, recuerdo que se la pedí en la alameda de Cangas. Estudiaba en Vigo, acababa de hacérsela y me costó bastante obtenerla porque insistía en que la necesitaba. Creo que no me la dio, sino que se la cogí.
- En cuanto a la de Fina, me acuerdo perfectamente del jersey que lleva puesto, porque me gustaba muchísimo.
- La de Pili, me trae a la memoria el uniforme horrible que llevábamos el último curso en el colegio. Verla con esta ropa me viene a la memoria lo traste que era y lo mucho que hizo “arar” a las monjas.
- También de uniforme hicimos la foto Estrella y yo. Es quizá la prenda de ropa que va más unida a nuestra infancia ya que nos pasábamos la mayor parte del año con ella. Era especialmente incómodo el cuello de plástico, que se nos rompía con mucha facilidad.
- En cuanto a Tana, me viene a la memoria su mirada y su inconfundible inclinación de cabeza. Todo un estilo.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Una caída en la noche (Por Fernando y Pacucho)

Fernando:
Haciendo los preparativos para Navidad, fuimos de excursión hasta Herbello, a las faldas del Monte Castelo, porque a tu madre le dijeron que había un bosque de muérdago, muy grande. Recuerdo que también venia tu hermana y Rafaela.
Bajábamos la cuesta de Darbo,jugando a darnos pequeños empujones, a salirse del asfalto. Al legar a la altura de donde hoy está el pabellón de deportes del Gatañal, mi empujón fue un poco más fuerte y desapareciste por la cuneta, cual se te hubiera tragado la tierra.
-Pacucho, Pacucho...Era casi de noche y se veía muy poco.
-Estoy bien, pero muy mojado
Te habías caído a un riachuelo que aún hoy (pero con menos agua) pasa por allí.
Vaya bronca. Primero tu madre y después la mía.
La alameda nos reconcilio.

Pacucho:
Me ibas contando un chiste de unos marineros en un bote y en uno de esos empujones perdí el equilibrio porque la carretera tenía zarzas que ocultaban que hubiese tierra firme. Lo que había debajo era el riachuelo con bastante agua. Yo me vi en medio del agua y me incorporé sin más. Subí a la carretera y vi que mi madre estaba más asustada que yo. Tanto es así que paró un coche que pasaba y me llevó corriendo para casa y me metió en cama.

Aprender a andar en bicicleta

Era curioso que había bicicletas de hombre con barra y de mujer sin ella. Tengo conciencia de conseguir andar unos metros manteniendo el equilibrio por primera vez en la Alameda, entre los árboles del paseo, a pesar de las raíces que sobresalían y dificultaban la proeza. Algunos intentos habían acabado en medio de los mirtos de los jardines. Creo recordar que aprendí con una bicicleta de mi hermana. Como anécdota recuerdo que llevaba el hielo de la fábrica en una tina atada al sillín.

Las Bicicletas

La cuesta que bajaba desde la alameda hasta el garaje, era la pista donde aprendimos a andar en bici. Nos dejabamos ir cuesta abajo. Al principio a duras penas manteniamos el equilibrio. A veces algún padre o uno de nosotros, venia detras ayudandonos (no habia ruedines). Lo dificil era subir, encima de la bicicleta y mantenerse los primeros metros.
Una vez que aprendias, te dejabas ir cuesta abajo y al llegar al redondel , vuelta para arriba. 
Casi todos teniamos bicicleta, era una de nuestra diversiones preferidas, tambien una constante fuente de disputas, sobre todo entre hermanos.  Habia de dos clases de bicis, la de barra, de hombres y la nuestra, como la de casi todos, de mujer, sin barra, con portaequipajes, y unas mallas de colorines a ambos lados de la rueda de atrás. La de Merche era roja, la de Estrella y Finita azul, la de Marisa Rama creo que verde.
Cuando aprobé tercero de bachiller mi padre me regalo una de carreras, una Zeus, dorada. Al año siguiente a Pacucho le regalarón una igual. Haciamos un montón de excursiones. Una vez recuerdo que fuimos hasta Beluso, venia Jose Mª,  el hermano de Merche, al llegar a Aldán se me pincho una rueda y tuve que llegar andando hasta Massó. 

Las primeras lecturas

De pequeños jugábamos con las propagandas de las películas, eran unas octavillas a todo color que los niños coleccionábamos para jugar dejándolas caer desde la pared a suelo. Esa era nuestra primera lectura, por decirlo de alguna manera. Realmente lo primero que leímos fueron aquellos chistes del Capitan Trueno, de Hazañas Bélicas y de Roberto Alcazar y Pedrín. Había chistes para niñas, pero no recuerdo los nombres. Luego vinieron los libros juveniles. Los autores que yo leía eran Emilio Salgari y a Enid Blyton, fundamentalmente. Del primero recuerdo toda la saga de aventuras de piratas asiáticos con Sandokan al frente y de la segunda, las aventuras de los cinco, con Fatty como líder de la pandilla. Los solía leer en verano que era cuando tenía tiempo.

Una caída afortunada (por Fernando)

Mi versión, es parecida. Después de comer, un día muy primaveral, mi padre como otras veces, nos pasea montados en la barra de la bici. Tú esperabas a que yo acabara, y cogiste una piedra bastante grande y la fuiste a tirar a la carretera. No la soltaste a tiempo y el peso de la piedra te arrastro. Mi padre soltó rápidamente la bicicleta, para socorrerte. Recuerdo el pañuelo blanco, todo teñido de rojo. Aunque el golpe fue grande, todo se quedo en un buen susto.
A partir de aquel día aprendimos a andar en bici.

lunes, 24 de noviembre de 2008

La chimenea



Alta, enhiesta, rota. Hoy sigue igual. Como si por ella nunca pasara el tiempo.
Nunca tuve muy claro si su función era tan importante como lo es su altura.
Lo que sí recuerdo es la utilización que hacíamos de ella, pues era un punto de referencia:
– Vamos en bicicleta hasta la chimenea…
– A ver quién llega antes a la chimenea…
– Te espero por la chimenea …

Pero mi referencia más clara es la de un día en que Merche y yo hicimos una parada con nuestras bicis y nos pusimos a competir sobre quién sería capaz de leer la placa metálica que había en su base sin respirar; y que seguramente por la dimensión del texto, lo repetimos tantas veces, que no lo volvimos a olvidar.
Esta placa estaba dedicada a uno de los obreros que participaron en su construcción y que tuvo un accidente por querer auxiliar a un superior en peligro. El texto rezaba de la siguiente manera:


La dirección y personal de Massó Hnos S.A. al obrero albañil Manuel Fernández Otero, herido gravísimo el 4 de diciembre de 1940. Triple fractura de cráneo al pretender auxiliar con generoso impulso al gerente de esta empresa cayendo de la chimenea en construcción desde considerable altura.


Aunque parezca imposible y según me cuenta mi padre, este señor no falleció en este día fatídico, aunque se pasó el resto de su vida sin recuperar la consciencia.
Este texto, que tengo memorizado desde hace tantos años, me hizo revivir en innumerables ocasiones cómo sería la secuencia de este accidente.
La chimenea, que es vecina de la casa de mis padres, sigue estando presente en mi vida. La contemplo con la misma curiosidad de antaño: igual de vieja, igual de alta e igual de rota. La verdad es que no cambió nada.
Por todo ello, creo que es una de las construcciones que merece una mención especial por mi parte en el recuerdo de nuestras vivencias en el barrio de Salgueirón.
Marisa

domingo, 23 de noviembre de 2008

Enid Blyton

Acabo de encontrar una biografía de Enid Blyton en la revista Pronto y no me resisto a no poner esta foto de la escritora, habida cuenta de lo que supusieron para nosotros los libros de "las aventuras de los cinco".

¿Un pino o un belén para Navidad?

Al principio sólo se ponía el belén al comienzo de Navidad pero pronto llegó la moda del pino. En mí casa poníamos el pino cuando mi madre organizaba una expedición a las faldas del Castelo en busca del árbol, de musgo y de muérdago. Luego sacábamos el espumillón y las bolas de todos los años, juntábamos el belén con el pino y comenzaba la Navidad. Acababa secándose con el paso de los días y la pinocha iba cayendo entorno al belén dando ambiente. Los regalos de Reyes los encontraba al principio por el pasillo de la parte de arriba de la casa, una vez los recogí de dentro de la bañera, luego, con el pino, se ponían al lado del montaje. Una noche de Reyes llegué a oír unas campanillas y mi hermana que estaba junto a mí me dijo que eran los camellos, lo cuál me dejó convencido del tema. Recuerdo que la mañana de Reyes pasaba Fernando con los juguetes camino de la casa de los abuelos donde le ponían algo. A mi me ponían también algo en casa de mis tíos. Fue mi tía Socorro la que un día oficialmente me desveló la historia de los Reyes, aunque yo ya lo sabía, pero no me lo tomé muy bien.

Las galletas de nata de la abuela Carmen (Por Estrella)

Hablando de la navidad, nosotros poníamos el belén pero no el árbol. Eso era algo moderno, y creo que empezaron a hacerlo los de la fábrica ..... Tengo idea de que alguien en algún sitio decoraba un abeto grande en los jardines.
Nosotros no teníamos que ir a buscar musgo porque lo teníamos en el murillo que estaba frente a la entrada de casa, dentro de nuestro "jardín". En ese muro jugábamos al "quirín". No se si fue antes de que Fernando y tú os unieseis a nosotros. Del tocadiscos, yo recuerdo poner a todo trapo la canción de los Bravos "los chicos con las chicas" para que la oyera la abuela Carmen.
Mi madre no era cocinera, bastante tenía con trabajar en Massó. Creo que la nuestra era una casa distinta porque nuestra madre era trabajadora y no ama de casa. La encargada de las tareas era mi abuela. Hacía unas galletas de nata riquísimas, y también unas empanadillas muy ricas con la carne que le sobraba del cocido. Recuerdo también las lentejas y la "caldeirada dos mariñeiros". La cocina era su dominio y no nos dejaba entrar a mi hermana y a mí, Yo me sentía un poco inútil y culpable porque después de comer las otras niñas tenían que lavar la loza y limpiar la cocina (lo que Eudosia, la madre de Merche eufemísticamente llamaba "tocar el piano"). Mi abuela decía "xa vos chejará", en referencia a que ya nos llegaría el momento de tener que trabajar en la cocina, pero que mientras ella estaba, lo hacía ella.
Hace poco mi prima Pili me recordó las galletas de la abuela. Recuerdo que la mantequilla la hacía ella, guardaba la nata que se quedaba como un película al hervir la leche que traía la lechera --a veces tenía un fuerte olor a urea, y Sra. Lola decía que a veces le añadían orina a la leche (mexábanlle), para aumentar la cantidad......tenemos tenido pequeñas rebeliones a la hora del desayuno por no querer tomarlo porque sabía mal......"esta leche está mal", ellos insistían que estaba perfectamente porque no se había cortado al hervirla. Volviendo a lo de mi abuela. La nata la guardaba y todos los días la batía con un tenedor hasta que se hacía la mantequilla. Un día cuando estaba viviendo en Inglaterra le pedí la receta de las galletas de nata y me la mandó. Intenté hacerlas pero me salieron durísimas. Mi abuela sabía escribir y le gustaba mucho hacerlo. Escribía largas cartas a su familia que empezaba "querida ......espero que estéis bien de salud quedando la mía bien gracias a Dios", o "querida ..recibimos tu carta y nos alegramos que estéis todos bien. Nosotros por aquí todos bien gracias a Dios". Para una mujer que nació en 1898 de clase trabajadora, el escribir (con faltas de ortografía y sin puntos ni comas, ya era un logro.

viernes, 21 de noviembre de 2008

¿Falábamos galego?

Pois non, os rapaces que viñan da Caína e de Balea a escola sí que o falaban. Sin embargo nos tíñamos palabras en galego que recollíamos do que eles falaban: pirindolas, tutelos, xestas, cancelas, queimacasas, caicovento, papaché,...., eran parte do noso vocabulario. Nas nosas casas éramos castelan-parlantes pola nosa procedencia familiar e tamén pola situación sociopolítica do momento. Non había ningún impedimento de comunicación, os rapaces que viñan falando galego, a vista dos nosos ollos, non eran nin mais nin menos. Na fábrica falábase en galego e tamén en castelán. A proba de isto é que estou escribindo coas palabras que aprendín nese momento.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Petirrojos

Los petirrojos eran unos pájaros pequeñitos que había en Salgueirón. Se llamaban así porque tenían el plumaje del pecho de color rojizo. Aquel coloreado, que en principio podía ser su perdición, le permitía distinguirse en medio de la hierba y, el caso es que, ¡los petirrojos hacían los nidos en medio del campo, en el suelo!. Con esa estrategia resultaba milagroso que subsistieran porque había un montón de animales en la zona que podían saquearle los nidos, desde gatos hasta culebras. El caso es que eran vistosos y acompañaban mucho porque se les veía revolotear entorno a la zona por donde estaban nidificando.

¿Por qué me quedó este recuerdo? El petirrojo fue un pajarillo que empezó a hacerse notar en un momento dado, antes no proliferaba mucho, algunos hicieron nidos en mi huerta y, para mí, era una oportunidad de acercarme a los secretos de la naturaleza.

martes, 18 de noviembre de 2008

Los Brincos, Los Bravos, Fórmula V,...

El tocadiscos de Estrella y Fina nos trajo el sonido de los discos singles de la época y nos convertimos en la generación ye-ye, nos apuntábamos a tal o cual grupo como incipientes fans como aficionados de un equipo, y bailábamos con los nuevos ritmos modernos. A mi me gustaban preferentemente Los Brincos sin ningún motivo aparente, tal vez porque tenían un estilo más nacional, y también Los Pekenikes. De fuera me gustaban Los Beatles. Veníamos de las rancheras y los pasodobles que escuchábamos por la radio, sonaba Antonio Machín entre otros, y aquella nueva música conectaba más con la juventud.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Los albañiles de la fábrica

Los albañiles de la fábrica venían de año en año a hacer un mantenimiento de la casa, la pintaban por fuera, pintaban las habitaciones más de vez en cuando, hacían arreglos en las ventanas y cosas así. En el balcón de la casa había un desconchado en el techo que mostraba las tiras de madera con que se había construido y que reparaban con ayuda de la cal. Tengo noción de verlos por primera vez trayendo unos polvos grises, el llamado cemento, para construir el lavadero con ladrillos. Tal vez fuese una época en la que se pasó en la construcción del uso de la cal al del cemento.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Los gallos de Simón

De pequeño acompañaba a veces a mi padre al bar de Simón cuando iba a tomar chiquitas. También iba a buscarle el vino para la hora de comer. Recuerdo que era un lugar pequeño y creo que tenía el suelo de tierra, el caso es que entraban y salían las gallinas y los gallos que andaban sueltos por allí. Una vez que tuve que ir a por el vino, tuve un percance con uno de los gallos que me quiso picar y me tocó salir corriendo del bar. Por aquel entonces, mi padre me empezó a mandar a buscar el vino a la cantina de Massó y con ello resolví la amenaza de ser atacado por la avicultura, cosa que agradecí enormemente.

¿Por qué me acuerdo de ésto? Tengo especial recuerdo del gallo bravo saliendo detrás de mí para picarme. Era una situación de indefensión porque no podía hacerle frente. Tal vez sea éste término, la defensa, lo que me resulta importante.

Una caída afortunada

De pequeño tenía muy presente aquello del Ángel de la Guarda y no era para menos porque tenía accidentes de vez en cuando. Uno de los que recuerdo más vivamente fue el del día en que a los pintores que había en mi casa dejaron el cubo de pintura en una estantería que había en la pared, esta cedió, y se me cayó todo el cubo encima de mí, dejándome de color verde de arriba a abajo cual duendecillo. Pero uno de lo accidentes más graves lo tuve el día que estaba sentado viendo como Fernando y su padre daban vueltas en bicicleta en la Alameda, de repente, no se porqué, me apoyé hacia atrás pensando que había malla metálica y resultó que estaba en el lado de la carretera donde no lo había. El resultado es que caí hacia atrás de cabeza sin nada que me parara y me di con la cabeza en el bordillo, haciéndome una "conacha" que me dejó un bonito recuerdo del golpe. Puedo decir aquello de que de pequeño me caí de...una alameda.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Chuchameles y otros sabores silvestres

En primavera surgían los chuchameles por todos lados, aquellas florecillas amarillas destacaban en medio del verdor de la hierba. Los niños las cogíamos y masticábamos los tallos por el sabor agrio que producían. No es que lo hiciésemos mucho porque el sabor podía cansar pero sí de vez en cuando chupábamos algún chuchamel. También cogíamos moras en las silveiras para comer tal cual o bien para mezclarlas con azúcar. Había una técnica que consistía en usar una caña, llenarla de moras y, por un agujero lateral, chupábamos el jugo que se obtenía al apretarlas dentro de la caña. Las moras eran mas dulces y se comían en cuanto maduraban. Había unas flores en forma de campanilla en unos árboles, de cuyo nombre no me acuerdo, que también servían para chupar y sabían dulzonas. Cuando empezaron a plantar la flor de la pasión aprendimos a sacar el dulzor que guardaban dentro. También había fresas salvajes, pequeñitas, que crecían por el eucaliptal y por el campo de redes. Por San Roque había arbustos que daban morotes, unos frutos redondos que cuando maduraban pasaban del amarillo al naranja. Bueno, se puede decir que competíamos con las abejas para libar el dulzor de los frutos y las flores silvestres.
foto de Benito Juncal de un campo de chuchameles


¿Por qué guardo este recuerdo? El verde y el amarillo de la planta eran realmente llamativos pero me llamaba más el tallo jugoso. El líquido de aquel tallo con su sabor entre ácido y agrio era lo que me llamaba la atención, no era el jugo de una fruta era el del tallo, o sea la sabia.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Camilo y José María

Camilo y José María empezaron a trabajar para el padre de Fernando en el estudio de delineación que Luís tenía montado en su casa. Primero empezó José María -que se había preparado en Vigo-, y al poco tiempo vino Camilo. Eran de la generación siguiente a la nuestra pero por delante. Por aquella época estábamos fascinados con los grupos musicales, queríamos formar un grupo, yo tocando la guitarra y Fernando la batería, pero el caso es que pronto nos desanimaron nuestras dotes musicales. Tal vez por casualidad o porque se nos veían nuestras inclinaciones, por aquel entonces, Camilo se descolgó con una propuesta provocadora: formar con él un grupo musical. Por sinceridad o por miedo no nos atrevimos a ir más allá de un ¡ya veremos!, a pesar de su gran entusiasmo.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Los visitantes de la fábrica

Venía gente a visitar la fábrica de Massó y hacían también el recorrido hasta la Ballenera, al pasar por la zona donde estaba el molino de pescado pasaban con hojas de eucalipto en la nariz para poder soportar el olor, nosotros ya estábamos acostumbrados y nos parecía un tanto exagerada aquella actitud. Una vez estábamos pescando Fernando y yo en el muelle de Massó cuando unos visitantes se acercaron hasta allí y nos pidieron que nos dejaran hacernos unas fotos mientras pescábamos, cosa que me resultó extraña, sin embargo accedimos sin mas consideraciones. Estaremos en algún álbum de fotos bajo un título parecido a éste: Niños pescando en el muelle de la fábrica de Massó. Recuerdo que otra vez venían unos visitantes subiendo por las escaleras de la fábrica y me preguntaron por dónde se iba a Casa Simón, yo les acompañé el tramo de la alameda para indicarle el camino final hacia el restaurante, mi sorpresa fue que por ese acompañamiento me dieron una propina.

Chuco, mi compañero de pupitre

En la escuela tuve por compañero de pupitre a Chuco, que tenía un hermano mas pequeño llamado Luís que jugaba muy bien al fútbol. Hacíamos buenas migas y trabajábamos bastante las tareas que se marcaban. Teníamos buen entendimiento. Luego yo me fui a estudiar a Vigo y él se quedó en Cangas, no se qué estudios siguió, pero hubiera podido seguir estudiando porque estaba capacitado, al menos así me lo parecía a mí para lo que podía alcanzar a ver en aquellos años. Chuco y su hermano vivían en la Carretera Nueva, al lado de los terrenos que tenían los Massó con un campo de redes por aquella zona, y se daban una buena caminata para llegar hasta la escuela en el Hotel. Chuco trabaja en la Policía Local de Cangas y este verano lo vi pasando en moto por las calles de arriba del pueblo --casi no lo reconozco con el casco--, estaban sacando coches porque tenía que pasar una de las procesiones del verano que hace el recorrido interior, y me saludó con un leve gesto.

Mirando las estrellas

Por la noche había suficiente oscuridad como para que se pudieran ver las estrellas en las noches despejadas. Nos echábamos sobre los depósitos de la alameda, boca arriba, y mirábamos toda aquel firmamento. Lo que distinguíamos bien era la Vía Láctea, del resto no estaba la cosa muy estudiada. Recuerdo que en un momento dado se empezaron a ver estrellitas luminosas que recorrían el cielo a bastante velocidad, satélites artificiales posiblemente, porque de aquella no había tanta aviación comercial como ahora y porque la velocidad era considerable (*). Tal vez, la mejor época para estas observaciones era en otoño aunque el tiempo no acompañara para estar al relente.

(*) Mi tío Antonio tenía un grupo de amigos, entre ellos Avelino Boullosa, que se dedicaban a seguir los primeros satélites espaciales.

Una breve historia de los satélites artificiales

¿Por qué me quedó este recuerdo? Lo del espacio, el futuro, siempre me resultó estimulante. En este caso me quedó grabado el descubrir en el fondo negro el movimiento de la estrella como algo diferente. Era ser testigo de acontecimientos del futuro.

lunes, 10 de noviembre de 2008

La extraña fascinación de lo vivido

Resulta extraño esto de recordar lo vivido, tiene una atracción inquietante el volver a ver aquellos momentos del pasado, en parte porque son recuerdos específicos que nos marcaron --recordamos unas cosas más que otras--, y en parte porque hay una nostalgia de lo que no volverá. Tal vez si volviésemos a aquellos momentos no nos parecerían tan valiosos o tal vez sí. Recuerdo que Rafaela decía que si tuviese que volver para atrás en el tiempo querría que fuese con la experiencia acumulada que tenía en aquel momento, volver con la mentalidad anterior no valía la pena. No cambiaba juventud por experiencia. El sentir que me provocan estos recuerdos es parecido a un vacío en el estómago o un corte con un cuchillo a la altura del estómago de una extraña dulzura. Tal vez sea la naturaleza de lo que se llama emoción.

El día que atropellaron al Roll

Alguien me avisó de que el Roll estaba tirado en la cuneta porque un coche lo había atropellado, tal vez fuera Carmiña, la tía de Fernando, quien me diera la noticia. Instintivamente fui a buscarlo, dudando de si me lo encontraría en buen estado, cogí carretera arriba y llegué a la principal y, efectivamente, allí me lo encontré tirado en la cuneta, alguien lo había arrimado para que no lo espachurraran más. Ya decía yo que aquella manía de correr detrás de los coches que había adquirido no presagiaba nada bueno -pensé. Lo cogí y me lo traje en el colo hasta mi casa. Por el trayecto estaba todo tieso, no daba señales de que se pudiese recuperar, lo notaba extrañamente quieto y me temía lo peor. Llegué al pie de las escaleras que subían a mi casa con el perro en brazos cuando, de repente, el Roll se movió y dando un salto alegre se me escapó de los brazos y se puso a caminar como si tal cosa. Estaba vivito y coleando, nunca mejor dicho.

¿Por qué me quedó este recuerdo? Creía que todo estaba perdido. Tal vez la imagen más nítida que tenga es del momento en que el perro saltó de mi colo, estaba preocupado y aquello significó el alivio. Sin proponerlo la solución a los problemas llega de forma inesperada.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Viajes de Colón y de Armstrong

Me quedó presente un debate en la entrada de la alameda pequeña con Fina, Estrella y Juan el de Ribadavia (y tal vez alguien mas), sobre qué había sido más meritorio si el descubrimiento de América o la llegada del hombre a la Luna. Me quedé solo en la defensa del viaje lunar frente a la otra tesis que consideraba que Colón había tenido pocos medios mientras que Armstrong y sus compañeros iban con todo programado. Hoy en día sigo manteniendo que el viaje a la Luna requería un esfuerzo mayor por parte de la humanidad y, aunque fuera todo muy estudiado y con el objetivo a la vista, implicaba enfrentarse a un riesgo grande, mientras que lo de Colón era más una aventura como otras tantas que se habían ya protagonizado por muchos otros exploradores (contando con que el almirante tenía también su preparación técnica de lo que iba a hacer). De todas formas ambos momentos son grandes hitos de la humanidad.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Pescar en el muelle de Massó

La pesca desde el muelle era de las cosas que más nos divertían en verano. Pasábamos gran parte del tiempo intentando coger aquellos peces que veíamos en medio del agua. Lo primero que hay que decir es que había una gran abundancia de peces de varios tipos pero, fundamentalmente, en gran parte eran buracitos (panchitos) lo que se observaba a simple vista. La pesca tenía su ritual, había que empezar por buscar una caña india, comprar tanza, anzuelo, flotador, plomos y anillas, para montar las cañas de pescar. Luego había que conseguir maga de sardinas o miñocas en las mareas bajas y, por último, armarse de paciencia para coger los buracitos. Se podía pescar en la superficie o en el fondo y, en este caso, se obtenían otros pescados como las fanecas. De vez en cuando se veían bolitos, agujas, serranes, mújeles y otros especímenes. Solíamos coger unos cuantos buracitos y por la noche nos los freían nuestras madres para cenar. Los puestos de pesca eran en la punta del muelle pero, alguna vez, cuando había barcos atracados nos poníamos a pescar en las mismas bordas. Los días de nortada no se pescaba bien porque los peces se pasaban al otro lado de la escollera, es curioso como el viento frío del norte ahuyentaba a los peces, y nosotros nos poníamos sobre las rocas con el consiguiente peligro de caernos.


lunes, 3 de noviembre de 2008

Una receta de chulas de calabaza

Las calabazas que había en la huerta servían para alimentar las gallinas pero también, en menor medida, para el consumo humano. Tenían que ser calabazas de tipo "mangueta" para que sirviesen para comer. Tampoco se hacían muchas cosas, que yo supiera, con aquellas calabazas comestibles, tanto es así que yo sólo las comía en chulas. Mi madre hacía las chulas cociendo previamente la calabaza y, después de escurrirle el agua, hacia una masa juntándola con harina, huevos, azúcar y ¿pasas?. La pasta tenía que quedar mas bien densa y se freía en pequeñas cucharadas en aceite abundante, de hecho quedaban un poco aceitosas, y ya estaban listas para comer. Otro uso que les daba a las calabazas que había en la huerta de mi casa era la de jugar sentándome sobre ellas, simulando una moto o algo así, eran bastante grandes y yo debía de ser bastante pequeño.

viernes, 31 de octubre de 2008

Calabazas con velas

Los difuntos los celebrábamos los niños a nuestra manera. Era una época tristona coincidiendo con el apagar de la naturaleza, el secarse del campo y caer de las hojas, predominando el tono marrón. Por entonces quedaban al descubierto las calabazas que se habían plantado en medio de los otros cultivos, con sus colores amarillentos y naranjas destacando en medio de aquellos ocres. Recuerdo que cogíamos pequeñas calabazas, las vaciábamos de las pepitas, le horadábamos unos ojos y una boca, y le poníamos una vela dentro. Después las dejábamos por la Alameda o por las escaleras de la fábrica, esperando sorprender a algún incauto.

jueves, 30 de octubre de 2008

Los hermanos Cuevas

De vez en cuando veo a la gente que vivió en Salgueirón con nosotros, más de tarde en tarde porque sólo voy a Cangas en vacaciones pero aún así me encuentro con alguien. Este mes de octubre estuve con Paco y Benigno Cuevas, estaban tomando café en el Alondras y nos saludamos con el afecto de siempre como lo hacen los que se sienten familia. Me acuerdo de Paco con José María, el hermano de Merche, siempre juntos a todos los lados, también me acuerdo de Benigno yendo y viniendo desde y hacia los veleros que tenían los Massó. Hablando de veleros, recuerdo como se aceleraba la actividad cuando llegaban las regatas de las Rias Baixas,-- creo tener en la punta de la lengua el nombre de aquel velero, el Roxina ¿tal vez?, un poco panzudo y con sensación de pesado--, de cuando subían el velero al carro o lo varaban delante de la carpintería, de como fondeaba delante del muelle esperando a que lo prepararan para competir. Paco y José María jugaban al fútbol con nosotros, aunque éramos más pequeños, pero con Benigno teníamos una relación más distante, porque era del grupo de los mayores. No obstante, Benigno tenía un gesto de complicidad conmigo y era que cuando me veía me llamaba Tintín, por lo del personaje del cómic y porque andaba con el Roll, y yo le respondía, ¡Milú!.

sábado, 4 de octubre de 2008

domingo, 8 de junio de 2008

Semana Santa (Por Estrella)

"El Jueves Santo bajábamos siempre con nuestra madre a los servicios y lo que más nos gustaba era acercarnos a la mesa de la última cena y repetir los nombres de todos los apóstoles en el orden adecuado, cada uno tenía un ropaje de unos colores distintos. Cuando no nos acordábamos de quien era quien les levantábamos las túnicas que colgaban por atrás (ahora no se pueden tocar) y cada uno tenía una plaquita dorada detrás con su nombre. La mesa de la última cena salía después. El viernes por la tarde era el desenclave, en el que bajaban al cristo de la cruz par enterrarlo. Lo que menos me gustaba era la procesión por la noche, la del entierro, aunque tenía su morbo con el cristo metido en una urna de cristal.

viernes, 21 de marzo de 2008

Semana Santa

La primera imagen que tengo de cuando llegó la TV a Cangas fue la de la retransmisión de una procesión de Semana Santa. Había ido con toda ilusión a ver que era eso de la TV al bar Alondras y quedé un poco compungido porque aquello no me resultó muy atractivo que digamos. Para los niños de aquellos años la Semana Santa era un poco tristona, me parece a mí, para empezar no se podía cantar, luego había que tener cuidado de no comer carne o de no comer entre horas los días de ayuno o abstinencia, y, en general, había un parón en la vida habitual en todos los ámbitos. En las casas se hacía acopio de huevos, mantequilla y harina para hacer los roscones (ahora se hacen todo el año) y se llevaban a la panadería para cocer las barras. Había un olor rico al dulce en la calle y en las casas. Solíamos ir a ver la procesión del Encuentro el Viernes Santo, para lo cual había que madrugar mucho, escuchábamos aquel sermón que iba relatando la aparición de los pasos y después venía el poder tomar un chocolate y roscón, para reponer fuerzas. Me llamaba la atención los pasos articulados en los que las figuras se podían mover y lo feos que eran los soldados romanos. Estos soldados eran como un pegote al lado de las demás figuras. También me llamaba la atención que en la mesa de la Última Cena había uvas y aceitunas de verdad. Con la música cambió el concepto de Semana Santa, cuando se perdió la costumbre de no poner música moderna en esos días y se empezó a pensar más en las vacaciones.

Semana Santa en Cangas

domingo, 13 de enero de 2008

Carnavales en Salgueirón

Los Carnavales era una época ilusionante para los chiquillos de la zona. Éramos los únicos que nos disfrazábamos por el lugar (creo recordar), no obstante, en Cangas ya había personas mayores que también se disfrazaban. Solíamos hacerlo alrededor del martes de Carnaval, buscábamos en los armarios ropa vieja y nos la poníamos encima sin ningún patrón, íbamos de "fachas" (no con el significando político actual). La cara la cubríamos con caretas de cartón que no nos evitaban ser fácilmente reconocidos. Un año le pedí a mi madre que me hiciera una capucha y con ella conseguí pasar desapercibido todo el tiempo. Dábamos vueltas por las casas, llegando hasta el Barrio Chino, y entrábamos en alguna para ver si éramos reconocidos o no. A veces nos daban alguna golosina que se hacía en la época, como orejas, filloas o cualquier otro dulce.

lunes, 7 de enero de 2008

Las entradas de las casas

En las escaleras de la entrada de mi casa hice mucha vida, las tardes soleadas invitaban a sentarse un rato al sol recostados sobre los escalones y allí permanecía mientras tanto. En el tejadillo, en primavera, solían anidar los gorriones y era un entrar y salir de los padres que entretenían el rato. Los pasamanos laterales también servían para sentarse y el bordillo de la casa se convertía en un reto para conseguir bordearla sin caerse, agarrándose en los salientes de las esquina y en las ventanas. En casa de Fernando nos dejábamos caer sin manos de espalda desde los pasamanos, agarrándonos con las piernas al echarnos hacia atrás. En las casas de Estrella y Merche usábamos los muritos laterales de la entrada para sentarnos mientras esperábamos o charlábamos.
En las escaleras de mi casa había hormigas y más de una vez le intentaba meter líquidos o papeles encendidos para que se murieran. Una vez hice un experimento con unos polvos de boro que había en mi casa, los eché y les prendí fuego, pero el susto me lo llevé yo al aspirar aquel humo que me dejó asfixiado. No volví a experimentar más.